Gran parte de los ciudadanos son conscientes que el uso de la mentira por parte de la clase política para buscar el apoyo en las urnas, puede ser considerada como normal, hasta cierto punto, lo que es irremediable. No puede ser de otra manera; existen problemas que no tienen fácil solución, como muchas veces son planteadas.
Los problemas no se resuelven como por arte de magia, pero existe un gran número de personas que creen que es posible, y aunque han sido engañados una y otra vez, en el fondo, desean que el próximo en verdad cumpla con todas las expectativas que se construyen a su alrededor, y, vuelven a caer en el engaño, y posterior frustración.
A través del tiempo, conquistar el poder ha sido parte de la ambición de aquellos que encuentran en la administración pública el medio para lograrlo, para alcanzar beneficios de diversa índole, sobre todo, de carácter económico, irremediablemente relacionado con el poder; no se pueden separar su complicidad, uno va ligado al otro, en un binomio perfecto.
Las grandes sociedades no se construyen a partir de lo que haga en su beneficio el gobierno en turno, a través de programas sociales, ayudas económicas o de especie, sino que es a través de incentivar la riqueza. Sin embargo, existen muchos lugares en el mundo en los que la generación de riqueza por medio de la iniciativa privada, molesta a los gobernantes, quienes desean a toda costa, que su “pueblo”, les agradezca los beneficios para poder contar con un voto seguro y mantenerse en el poder.
Muchos líderes disfrazan esa ambición mezquina haciendo creer que en verdad les importan los más vulnerables, que pueden ser: los más pobres, los enfermos, las comunidades alejadas, grupos de diversas creencias, etcétera, siempre los hay, los marginados de todo progreso, y desafortunadamente, son presa fácil para quien, presentándose como su salvador, se aprovechan de ellos.
No existe eso que puede calificarse como condición perfecta en la actividad gubernamental, se encuentran detalles en los que se debe trabajar para mejorar, y también, desde luego, la corrupción, hay diversos niveles de su presencia, en algunas partes más, en algunas otras menos; el ser humano en toda su existencia ha mostrado su imperfección y esa es una de ellas.
Lo ideal, es que no sea la corrupción la que determine la forma en la que debe desempeñarse la actividad del Estado, es, buscar la fórmula que la reduzca a su mínima expresión. Para eso, se implementan mecanismos de control, para evitar que al gobernante en turno le gane la ambición y pretenda apoderarse de todo.
Por otro lado, es imposible aceptar que exista una mente tan poderosa, que pueda ser capaz de diseñar y desempeñar con gran habilidad todo lo que tiene que ver con la administración pública, y que sea de este mundo. Cada área, cada espacio y por ende, cada determinación, requiere de conocimientos especializados en diversas materias, para que en su conjunto, quienes se encuentran al frente de ellas, formen un gran equipo que ayude a solucionarlas para impulsar el desarrollo del país, que, lógicamente, debe beneficiar a todos los sectores, no únicamente a unos cuantos.
Es por eso que siempre se ha insistido en que la educación es pieza fundamental para el desarrollo. El estudio, garantiza que haya posibilidades de razonar decisiones personales, formas de ver y apreciar las cosas, entender su entorno y buscar un horizonte propio. Mantener en la ignorancia a condición del voto a una parte importante de la sociedad, impide que el progreso pueda ser compartido.
Muchos políticos mienten con espantosa naturalidad, para ofrecer soluciones a los problemas que ellos mismos, en muchos de los casos, generaron, beneficiándose del caos que provocan. El objetivo es uno, que la sociedad tenga el sentimiento de agradecimiento por lo que recibe.
El presidente de México, no ha elegido gobernar de la forma que lo hace porque lo haya estudiado, o porque fue el resultado de un análisis profundo y a conciencia, para ponerla en práctica. “Primero los pobres” se convirtió solo en un slogan de campaña, así como el combate a la corrupción que se impondría hasta terminar con ella. El primero, no representó, ni era la intención, rescatar a los pobres de su condición; fue y ha sido siempre, enviar a la clase media a la misma circunstancia, para que engrosara al sector de los pobres, y así, obligarlos a depender de la limosna del gobierno.
Pero, lo que implementa el día de hoy el presidente Andrés López Obrador, como ya se señaló, no es propio de él, ni es una novedad, es, en términos prácticos, seguir los pasos de un modelo que ha encantado al tabasqueño y que ha mostrado obtener los resultados que buscan líderes como él, sus ejemplos son: Cuba, Venezuela, Nicaragua o Rusia.
La división del pueblo no nace de una mente superior como lo han pretendido presentar diversos críticos, asombrándose de una condición que llaman; la habilidad de comunicación del presidente. No, es el fruto de lo que se ha observado en sus modelos, no hay que inventar nada, únicamente hay que repetir lo que ya ha sido probado, y la mentira, es parte de ese ejercicio.
Más de 76,500 afirmaciones no verdaderas ha contabilizado la Agencia SPIN, con un promedio de 93 por conferencia, son las que ha dicho en las mañanas López Obrador. Mentiras que han caracterizado a su sexenio. El problema está en que la oposición, que no es ninguna perita en dulce, no sabe cómo contrarrestar eso, por estar sumidos en la corrupción de su pasado, de la que, desde luego, no se pueden deslindar, son objeto de amenazas, y la consecuencia; el silencio.
López Obrador, a través de su homilía diaria, ha hecho creer a gran parte de la sociedad que se encuentra trabajando para su bien, pero ha derribado instituciones, ha secado áreas que contaban con recursos, a partir de “su” austeridad republicana, que amenazó llevar al siguiente nivel, “la pobreza franciscana”. El resultado no puede ser otro, México muy pronto lo pagará.