“Se ríen, se burlan de que he dicho ‘abrazos, no balazos’…”, pero “vamos a demostrar que funciona”… Al menos eso cree y dice este presidente que, en ya más de tres años de mandato, se sumergió en una espiral de violencia que parece protegida, e incluso solapada. La guerra entre grupos criminales en casi todo el país ha dejado a su paso una estela de asesinatos, balaceras y bloqueos por el control del tráfico de drogas; la formación de grupos civiles de autodefensa no frena el éxodo de miles de personas para huir de la violencia; mientras que la “poderosa” Guardia Nacional es atacada y sus agentes retenidos por pobladores. No, no hay una estrategia de seguridad.
Andrés Manuel exige a las autoridades locales hacer algo para combatir la escalada de homicidios violentos. Es así como “se lava las manos”. Pero las noticias sobre el último pico que ha teñido de rojo al país, llegan desde todos los lados. El presidente está sólo, y en su demencial estado, con sus fantasmas y paranoias, ahora llama hipócritas a los sacerdotes.
López Obrador, ante la insistencia de la comunidad jesuita y la Iglesia católica, para poner fin a la “vergonzosa impunidad” del crimen, reiteró que los católicos “están muy apergollados por la oligarquía mexicana”. Minimiza el llamado por la paz que hace la iglesia y las acciones que promueven desde el púlpito. Cree, como casi todo, que se trata de ataques a su gobierno… pero, “no hay más sordo que el que no quiere oír”…
De acuerdo con los resultados del Censo 2020 de Población y Vivienda del INEGI, en México hay casi 98 millones de católicos, que representan el 77.7 por ciento de la población total. Con ellos quiere pelear el berrinchudo de Palacio, el Virrey sin castillo, el benemérito que ante la falta de su “Hugo Chávez”, hace suyo el legado de Benito Juárez y su lucha por la constitución de un Estado independiente y laico.
Pero mire, con el asesinato, la semana pasada, de los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora, párrocos de la comunidad de Cerocahui, en la Sierra Tarahumara de Chihuahua, se despertó la preocupación del Papa y los extrañamientos de la congregación de la Compañía de Jesús, de la orden jesuita y de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), tienen su origen en la preocupación por el control que tiene el crimen organizado en cada vez más territorios del país. La jerarquía católica pide rendir homenaje a las víctimas colocando su fotografía en las parroquias, hacer misas y hasta marchas por la pacificación en México.
De verdad, esta es la mejor acción que por la paz se convoca. Recordemos que en los últimos cinco sexenios, la Iglesia Católica ha registrado 70 atentados en contra de sacerdotes y religiosos, lo que convierte a México en el lugar más peligroso de América Latina para ejercer esta vocación. De acuerdo con el documental “Tragedia y crisol del sacerdocio en México”, elaborado por el Centro Católico Multimedial, en este sexenio, sus sacerdotes han recibido amenazas, extorsiones, asesinatos y desapariciones. Este material describe que existen entidades como Guerrero, en las que los ministros de culto católico transitan "entre narcotraficantes".
El periódico Excélsior describe que los números de asesinatos contra religiosos en México, precisan, en los últimos 28 años, el asesinato de un cardenal, 52 sacerdotes, un diácono, 9 laicos y una periodista católica. Todos ellos suman 70 crímenes. Los ataques a la prensa y ahora a la iglesia, debilitan los pocos espacios de paz que le quedan a este país ¿Será una estrategia?… Sólo digo.
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