Con acierto, Ana María Matute, mujer de letras y ganadora del Premio Cervantes, afirmó que la “palabra es el arma de los humanos para aproximarse unos a otros”, y es justo en estos momentos donde vale la pena recordar esta reflexión, para comenzar a generar las sinergias que nos permitan cultivar un entorno donde la libertad de expresión encuentre su cúspide y permita la construcción de pensamientos, ideas y mentes brillantes.
Soy un convencido de que la palabra es el valor más importante y supremo de un ser humano, y estoy cierto que la verdad sólo lastima a quien pretende vivir en la simulación, tergiversando los hechos y tratando de acomodarlos a su conveniencia. En este sentido es aún mayor el estímulo que merecen los representantes que se encargan de decir la verdad a través de la libertad, más aún cuando se celebra a la misma como un gesto vivo, despierto y dinámico que nos forja una conciencia crítica, individual y colectiva.
Bajo este propósito, es un hecho innegable que la libertad de expresión es un imperativo que nos corresponde salvaguardar a todos, porque mediante ella expresamos nuestro propio ser y damos pauta a un sano y noble sentido que trae consigo el respeto a los demás.
La libertad de expresión es una divisa que nos permite tener un crecimiento progresivo social, espacio de donde nace todo ser ético, nacional y moral. Un pueblo condenado a no manifestar su pensamiento será siempre servil y abyecto, incapaz de operar progreso cultural alguno. Por eso debemos entender y comprender la importancia de este principio, haciendo uso efectivo de los artículos de nuestra Carta Magna, la cual señala en su artículo 6° que: “La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito o perturbe el orden público”. Más adelante, el artículo 7° nos remarca: “Es inviolable la libertad de difundir opiniones, información e ideas, a través de cualquier medio… Ninguna ley ni autoridad puede establecer la previa censura, ni cuartar la libertad de difusión”.
Con el amparo de estos artículos es como debemos respetar nuestro compromiso de libertad con la palabra, que va aparejada con la información y expresión, aboliendo cualquier medida que pueda restringirla.
Siempre he creído en la libertad; me considero un defensor e impulsor de la misma. Creo en la razón porque no hay valor humanístico más grande que mantener la integridad y la dignidad, desde un ejercicio soberano, moral y éticamente sostenido por la propia consciencia de ser y coexistir con los demás en un marco de respeto social. Bien lo señaló Albert Camus: “La libertad no es nada más que una oportunidad para ser mejor”.