Hoy hablaremos de una tradicional y referente feria toluqueña pionera en el arte del azúcar la Feria del Alfeñique.
Corría el año de 1630 en la Nueva España. En un pequeño poblado de mayoría indígena, cerca del volcán Xinantecátl, empezaban a desarrollarse actividades agrícolas y comerciales impulsadas por españoles que llegaban y que, poco a poco, integrarían una sociedad mestiza y criolla. La moral católica dominaba y convive, aunque con franca desconfianza, con las creencias y costumbres de las culturas indígenas, lo que se refleja hasta en la alimentación. Paulatinamente se introdujeron productos, recetas y formas de preparar postres y dulces que venían de España, los cuales enriquecen con los usos y cosmovisión locales.
En ese año, cuenta la leyenda, un hombre dirigió una carta a la Corona española solicitando permiso para elaborar un dulce hecho de azúcar, huevo y un ingrediente propio de la región, así como licencia para poder venderlo en la Calle Real del lugar donde vivía. El hombre se llamaba Francisco de la Rosa, la Calle Real era lo que hoy conocemos como Independencia, en nuestra ciudad de Toluca la Bella, y el dulce era el alfeñique.
Se iniciaba con ello la muy toluqueña tradición de la manufactura de figuras de azúcar, con motivo del Día de Muertos, que se ha transmitido de padres a hijos por generaciones hasta nuestros días.
Por lo anterior, la celebración de la muerte, a través del alfeñique síntesis de las culturas indígena, española y mudéjar (fenómeno exclusivamente hispánico que tiene lugar entre los siglos XII y XVII, como mezcla de las corrientes artísticas cristianas (románicas, góticas, renacentistas) y musulmanes de la época y que sirve de eslabón entre el arte cristiano y el islámico); se convierte en fuego que se transforma en dulce; se le sonríe, se le modela, se le pone colores, se disfraza de monje, de dama elegante, se le encierra en féretros de donde sale sonriente y nos saluda, se convierte en borreguitos de enormes cuernos o en pequeños caballitos que, elegantes parecen volar, por su fragilidad al más allá.
El alfeñique, la mayor expresión del arte en azúcar, convive con otros productos tradicionales, como la calavera de azúcar o vaciado, la pepita o el amaranto, y se ha constituido en un elemento de identidad de Toluca, de ahí la importancia de preservarlo y difundirlo.
Una historia de la feria:
Las manos de mujeres y hombres de Toluca le dan vida, color y forma a una rica artesanía forjada a través de los años, el dulce de alfeñique, como representación viva de las tradiciones de nuestra familia.
Durante los meses de octubre y principios de noviembre, nuestros emblemáticos Portales toluqueños, son el espacio que alberga esta fastuosa Feria del Alfeñique, máxima expresión cultural que asumimos como patrimonio de los Tolucanos, porque da sentido y pertenencia a la vida de nuestro pueblo.
El valor ancestral de nuestras tradiciones, la concepción de la vida y de la muerte, elementos inherentes al hombre, quedan representados en hermosas figuras, en artesanías llenas de color y de sabor, que confirman que la belleza de nuestra historia es la grandeza de nuestra gente.
La Feria del Alfeñique es el producto del esfuerzo de nuestras familias, es la demostración de amor de nuestra gente para mantener viva la alegría y el cariño de lo que como ciudadanos nos define.
Nuestra feria es un símbolo de unión familiar, de voluntad por construir un municipio prospero, alegra, trabajador, y que en este testimonio escrito recoge una tradición que vincula a nuestro pasado con la modernidad de nuestro presente.
Asimismo, se puede saborear la magia que encierra el alfeñique, la visión de un pueblo amante del arte, depositario de la maravilla de la historia y heredero de la grandeza humana, y así ofrecer a las nuevas generaciones, cultivando con profundo amor y cariño los grandes tesoros que tiene un pueblo; valores, raíces y su esencia.
Hoy la Feria del Alfeñique es un espacio donde los artesanos pueden exponer el resultado de su creatividad. Las orgullosas figuras de borregos de colores claros con chispitas blancas en sus lomos son tan atractivas y simpáticas que ojos novatos y expertos no las pueden ignorar. Aunque hoy la presencia es gozada por los niños inquietos que creen en un cielo de dulce y golosina, el alfeñique no siempre fue tan popular como hoy en día.
En la Toluca antigua, los artesanos del alfeñique estaban distribuidos en diversas partes de la ciudad. El taller, por lo general, era un cuarto acondicionado como tal en sus viviendas, igual que en la actualidad, y sus creaciones se exhibían a la puerta de sus casas sobre mesitas de madera.
En un principio, su clientela se limitaba al vecindario. Los artesanos elaboraban sus piezas en los tiempos libres, que les permitían su trabajo de sustento. Como el dulce de azúcar de alfeñique que demandaba solo durante un breve tiempo, nadie podía vivir nada más de este oficio. Aun ahora, el alfeñique es una artesanía temporal que se consume únicamente durante tres semanas (oficio temporal).
Conforme fue creciendo, tanto la producción como la demanda del alfeñique, los productores empezaron a instalarse en los Portales con puestos muy variables. El que producía mucho tenía más espacio y el que menos, traía un cajón del cual exhibían sus piezas.
Por la naturaleza del dulce, que es susceptible a la intemperie, y por intervenciones del gobierno para controlar el comercio ambulante, los artesanos se unieron para ganarse un derecho de piso bajo la sombra de los emblemáticos Portales toluqueños.
Más allá de la función primordial de la ofrenda que tenía originalmente el alfeñique, al establecerse como comercio fijo durante la temporada de difuntos, su diseño fantástico e ingenioso atrajo mucho al turismo.
Con el orden impuesto, colocando al artesano detrás de un estante y bajo un arco, la exposición se convirtió en feria. Las primeras ferias del alfeñique atrajeron la atención de tal manera, que embajadores de otros países en México recorrían los puestos para asombrarse de la creatividad de los Toluqueños.
La feria es también una celebración a la muerte. La muerte en azúcar es una visión de lo dulce de esta etapa del ser humano, con decoraciones multicolores que atrapan la atención de admiradores maduros. La muerte en chocolate devorada por los niños de mandíbula a cráneo. La muerte, por todos lados, supervisa las almas que le pertenecerán alguna noche.
Dentro del icono más referente de nuestra bella ciudad Los Portales, las personas caminan una detrás de otras hasta que se detienen para atender su curiosidad. La mano de la niña se extiende para señalar una calavera, una señora se ajusta los lentes para mejorar y mirar a detalle una figura de alfeñique, el dinero conecta a dos manos desconocidas, los ojos de una enamorada admiran la caja de muerto que dice “juntos hasta la muerte”, y aprieta la mano de su pareja. Las familias se asombran, los viejos sonríen, los niños piden más dulces de alfeñique.
Afuera de los Portales al mismo tiempo que adentro (Concha Acústica) los músicos pulen el aire con canciones de vientos; artistas rentan unos cuadros para enunciar sus talentos cómicos, y la gente sigue avanzando para investigar quienes son estos personajes de la calle para después admitirlos con una sonrisa de dientes blancos como la de las calaveras de azúcar que compararon.
La Feria del Alfeñique congrega a todos sin distinción para encontrarse con artesanos, artistas y cómicos que mantienen nuestra tradición toluqueña viva y notable, que la sentimos y vivimos. Esta feria es para reconocer el largo viaje del alfeñique por la historia hasta llegar a nuestra ciudad Toluca tacita de plata con olor a sacristía (Enrique Carniado) para así recordar a los muertos a nuestros seres queridos que ya se han ido, mientras nosotros los vivos reímos y gozamos esta grandiosa tradicional feria.
No dejemos de mencionar en esta temporada las famosas hojaldras de la ya conocida y referente panadería La Millán.
Porque no, también mencionar los famosos dulces de la familia Hernández, ubicada en la colonia Sánchez de nuestra Toluca.
En fin, esta remembranza es para conocer un poco más de Toluca, cuya historia se aleja gradualmente de nuestra memoria. Sigamos viviendo nuestras tradiciones, haciendo un tejido social para así, ir rescatando nuestra identidad Toluqueña.