Como era de esperarse, los nueve ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación votaron en contra del perverso Plan B consistente en una Reforma Electoral muy a modo del mandatario Andrés Manuel López Obrador, que incluía el despedazamiento del Instituto Nacional Electoral (INE) y decenas de artículos de dicha Ley, desmantelándolo y apropiándose el gobierno de las elecciones para seguirse abriendo paso a su consabida dictadura.
En el pleno de la Corte que celebró sesión el lunes pasado para invalidar o sepultar el malévolo Plan B de la reforma electoral en la cual los nueve ministros decidieron a juntillas sepultarlo, que había sido aprobado inconstitucionalmente por los diputados y senadores morenistas en contubernio con sus rémoras petistas y pevemistas.
Los nueve ministros que votaron por la legalidad y continuidad de la democracia fueron Norma Piña Hernández, Alberto Pérez Dayán, Juan Luís González; Luís María Aguilar, Arturo Zaldívar, Jorge Mario Pardo, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, Javier Laynez Potisek y Margarita Ríos Farjat, decisión que enfureció al inquilino de Palacio Nacional, quien montó en cólera desde el pasado lunes y que hasta el día de hoy no digiere el severo coraje.
A todos los mexicanos, nos quedó muy claro que los nueve ministros votaron el lunes pasado en contra de la dictadura de López Obrador.
Solamente las dos ministras incondicionales a López Obrador, Loretta Ortiz y la plagiaria que no tiene un ápice de dignidad para renunciar a su cargo, Yasmín Esquivel, obedecieron ciegamente, cual viles súbditas del monarca tabasqueño, sufragando a favor el malévolo Plan B que pretendía enterrar la frágil democracia que construimos todos los mexicanos hace 32 años.
Los nueve sufragios de los ministros invalidaron la primera parte de la reforma electoral a las leyes generales de Comunicación Social y de Responsabilidades Administrativas que permitía a funcionarios públicos expresar opiniones políticas y partidistas, sin riesgo de ser sancionados por llevar a cabo propaganda electoral y/o actos anticipados de campaña, entre otras “linduras” que el equipo del jefe del Ejecutivo, -por así llamarlo- envió al Congreso de la Unión.
Falta por votar e invalidar la segunda parte del Plan B por parte del pleno de la Suprema Corte, que consiste en recortar peligrosamente el organigrama del INE, así como una nueva ley de medios de impugnación y que la secretaría de Gobernación vuelva a manejar a su arbitrio y antojo al Instituto Nacional Electoral, que ya de por si tiene a dos consejeros cargados hacia Morena.
Una vez más López Obrador demostró que lo suyo es el rencor, el odio, la trifulca, el continuar incendiando a nuestro cada vez más vapuleado país, (sigue perdido por la ambición desmedida de eternizarse en el poder), de crear su imperio a través de una dictadura que siempre a anhelado y a toda costa desea concretarla.
Con su Plan B, el tabasqueño demostró una vez más, que lo suyo es violar flagrante y permanentemente nuestra Carta Magna, al igual que a su séquito de incondicionales diputados y senadores morenistas y sus vasallos petistas y verde ecologistas, importándole un carajo la democracia construida y pasar por encima por la Constitución, por las leyes que de ella emanan y carcajearse de los más de 128 millones de mexicanos, sintiéndose el propietario de nuestra república, a la que sigue hundiendo y no conforme, continúa con su gobierno fallido y que está a menos de 17 meses de llegar a un pésimo final.
López Obrador ya nos demostró a todos los habitantes de la república que su ambición por el poder no tiene límites, no desea soltarlo pese a los resultados negativos que ha obtenido y por supuesto no enderezará.
Son muchos los yerros cometidos, como los más de 150 mil muertos a manos del crimen organizado en todas sus modalidades; más de 100 mil desaparecidos; asesinan diariamente a 10 mujeres en toda la república; un millón de muertos por Covid-19; dos mil 500 niños fallecidos de cáncer por la falta de medicamentos; cero crecimiento económico en cuatro años; la desaparición de instituciones y con ellos centenas de millones de pesos; sus “magna obras” que no han funcionado ni servirán, el AIFA que trabaja al 20 por ciento de su capacidad; la laguna, -digo- la Refinería Dos Bocas de Tabasco que no refina más que agua, (se inunda en cada aguacero que cae), El Tren Maya que aún no termina y que no funcionará porque no se realizaron los estudios correspondientes para su viabilidad por el despedazamiento de decenas de hectáreas de selva, de manglares y de miles de animales que habitaban en esas zonas. Así como una larga lista interminable de pifias.
Con sus dizque programas que no son más que maicear al pueblo -al que se le recarga- con su inacabable labia todos los días y lo peor es que le creen; porque quiere un pueblo sometido, sobajado, al que le da limosnas de los impuestos recabados de todos los mexicanos para que sigan votando por su mal llamada y decepcionante cuarta transformación que no es más que una copia burda del proyecto del finado dictador venezolano Hugo Chávez, porque ni siquiera tomó los pensamientos ni ha ejercido acciones de los próceres mexicanos que nos dieron patria y libertad. Seguimos en caída libre.
Una vez más, los nueve ministros le demostraron a López Obrador que no están a su servicio ni tampoco de hinojos como sus legisladores y sus aliados títeres, tiene cooptado a la mayoría del Poder Legislativo, los gobierna a su antojo, pero en la SC le demostraron que sí existen al menos dos de los tres Poderes de la Unión y que el Judicial es imparcial, está a favor de la constitucionalidad, de la democracia, que está al servicio de todos los mexicanos y no del presidente en turno, como lo esperaba Amlo.
Lamentablemente, la invalidación de la primera parte del innocuo Plan B no quedó en una anulación, el otrora tabasqueño y corcholata que aspira a ser candidato por morena a la presidencia de la república para los comicios del 2024, el secretario de Gobernación Adán Augusto López, enseguida salió al ataque para anunciar y van a echar a andar su Plan C (vaya “fineza política”) también propuesto por López Obrador, que no es más que sacar a votar a sus beneficiarios el primer domingo de junio de 2024 en los comicios presidenciales para intentar ganar otro triunfo los morenistas, que decenas de millones de mexicanos no permitiremos.
Cabe mencionar que el miércoles pasado en sus nefastas conferencias mañaneras, López Obrador, montado en cólera, se expresó con ruines calificativos hacia los ministros, espetándoles bajezas a las que estamos acostumbrados los mexicanos por no haberse arrodillado ante “Su Majestad”, exhibiéndolos, diciendo el sueldo percibido mensualmente, los bonos, gritando y enumerando 40 privilegios de los que gozan los ministros, de los apoyos ilimitados para peajes, pagos de seguros para autos y casa, salones especiales en los aeropuertos con bebidas y comidas incluidas y más comentarios por demás absurdos.
Lo lamentable, es que López Obrador solamente ve la paja en el ojo ajeno pero la viga en el propio no. Recordemos que al tabasqueño se le hicieron chiquitos y austeros Los Pinos y por lo mismo, se fue a vivir a Palacio Nacional, como todo un rey; desde que tomó posesión López Obrador no gasta un solo peso de su salario (ni nunca lo ha hecho) en comidas, ni en pago de luz, ni del agua, ni en ropa ni calzado; conste que porta trajes superfinos de varias decenas de miles de pesos (aunque no los luzca). Ni tampoco a las decenas de empleados que trabajan en el Palacio.
De igual manera, no desembolsa un solo peso de su salario en camionetas blindadas, en boletos de avión; en hoteles, en servicio médico ni hospitales (y conste que han sido en muchas ocasiones que un amplio cuerpo médico lo han atendido y lo siguen cuidando). Tampoco gasta en las comidas que realza durante sus viajes, ni en las escoltas que son decenas de éstos, ni en gasolina, ni en chicles.
Así pues, el mandatario López Obrador carece de liderazgo ante sectores políticos, sociales, empresariales, de profesionistas, de ciudadanos, que en ningún momento creyeron en él para gobernar a un México noble que han lacerado y que también ningún presidente desde Luís Echeverría Álvarez, José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, demostraron vocación de servicio y que les quedó grande la silla presidencial y la encomienda de gobernar a un pueblo ávido y que creyó en ellos, pero al que ha despertado y que ya no cree en más mentiras; tampoco demostraron que en algún momento, amaron a la patria y la tierra que los vio nacer.
Rijoso como es el inquilino de Palacio Nacional, sus conferencias las ha agarrado de arena y cuadrilátero de box, pues a todos los que no se le agachan, están en su contra, un criterio por demás arcaico, se la ha pasado mintiendo durante décadas y engañando a millones de mexicanos de los “logros obtenidos” por su gobierno (¿cuáles?). Amlo es como un huracán ya que todo lo que encuentra a su paso y lo que no también, lo hace pedazos hasta destruirlo.
Existen demasiadas pruebas al respecto: el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, que trabaja al 15 por ciento de su capacidad; la alberca -digo- Refinería Dos Bocas, en Tabasco, que no refina ni un solo litro de petróleo; el Tren Maya que será inviable por no haber llevado a cabo los estudios correspondientes, ni tendrá la calidad que él dice, pues los mismos nativos han dicho que será un fracaso su obra magna; además de la devastación de cientos de hectáreas de la selva y de los manglares del sur y sureste de nuestro país que hizo el Ejército Mexicano bajo las órdenes de su jefe y que se perdieron para siempre.