Anne Applebaum, periodista y escritora polaca ganadora del premio Pulitzer en 2004, describe con angustiante precisión en “El ocaso de la democracia. La seducción del autoritarismo” (2020), la enorme similitud que guardan los procesos debilitadores de la democracia en el mundo. Applebaum, desde su óptica de escritora reconocida a nivel mundial, y su privilegiado asiento como parte de la aristocracia polaca de principios de siglo XXI, narra cómo es que se fraguó en Europa del Este la Polonia de Jaroslaw Kaczyński y la Hungría de Viktor Orbán, ambos regímenes populistas y autoritarios que han debilitado las instituciones de sus respectivas naciones, con el único propósito de mantenerse en el poder. Applebaum descubre, después de un arduo trabajo periodístico, que este fenómeno se repite con escandaloso rigor en muchas de las democracias del mundo, teniendo por común denominador el asalto a las instituciones democráticas, y el fomento del odio entre los diferentes sectores de la sociedad.
Al lector mexicano le podrá asombrar el hecho de que el asedio a las instituciones que presenciamos a diario en nuestro país sea un fenómeno que se replica a nivel mundial, y que se ha extendido desde hace décadas a los más insospechados rincones del planeta; el mapa político del mundo ha presenciado el ascenso de Trump (EEUU) o Bolsonaro (Brasil), Maduro (Venezuela) o Pedro Castillo (Perú), por citar algunos ejemplos; liderazgos autoritarios y populistas, que alimentan el odio entre los pueblos, y justifican en él un ataque frontal a las instituciones, logrando con ello perpetuar por ellos mismos o terceros, la permanencia en el poder público. En todos los casos, tarde o temprano termina por ocurrir lo mismo. Como en el cuento de May Sinclair “Donde su fuego nunca se apaga”, una y otra vez se repite el mismo final de la historia. Para sorpresa de sus fieles seguidores, a la vuelta de los años, se descubren jugosos negocios y tropelías ejecutadas bajo el amparo de estos liderazgos populares; atónitos, quienes antes aplaudían al régimen, hoy abren los ojos a la realidad política de nuestros tiempos, en donde a los enemigos del régimen se les calumnia, señalando con una mano la corrupción, mientras que con la otra se solapan prácticas mucho peores de las que ellos mismos denuncian, o incluso inventan. Como bien dijera Carlos Fuentes, desde el siglo pasado: “Las revoluciones las hacen hombres de carne y hueso, no santos, y todas terminan por crear una nueva casta privilegiada”.
La buena noticia es que, desde que Applebaum escribiera su obra en 2020, la democracia occidental ha dado señales de recuperación. La derrota de Donald Trump frente a Joe Biden en 2021 ha sido una bocanada de oxígeno para los regimenes democráticos en el mundo, y ha dado esperanza a que muchos de ellos subsistan tras la embestida autocrática de este siglo. Tan solo el fin de semana pasado, el PSOE español, víctima de la radicalización y la polarización política de la sociedad española, sufrió un duro revés en las elecciones regionales y municipales frente al Partido Popular, lo cual reafirma que la brújula política de las democracias occidentales comienza a reorientarse hacia el centro ideológico, y la noción de la “reconciliación” entre las bases sociales.
México no es la excepción. La radicalización de la política, y la propagación del odio entre la sociedad, han sido características del humor político de nuestro tiempo, y se han reproducido de manera regional en el país. Carentes de toda ideología, capacidad, o plataforma de gobierno, liderazgos populares emergen para buscar gobernar desde el odio y el resentimiento, sin ninguna propuesta clara para mejorar la calidad de vida de las familias, con el mismo discurso cacofónico que arenga contra viejos enemigos del pasado, fantasmas convertidos en chivos expiatorios frente a la incompetencia presente de transformar la realidad para el bien del pueblo. En algunos Estados lo han logrado, en otros la ciudadanía activa ha resistido. Faltan pocos días para la jornada electoral 2023 en nuestro país, Coahuila y el Estado de México habrán de transitar por esta dura prueba en la que está en juego mucho más que dos gobiernos locales, lo que está en juego es el derecho a pensar diferente.
Llegó la hora de definir el rumbo político de la Patria, y debemos hacerlo con responsabilidad, alejados del odio y el resentimiento, acercándonos a la reconciliación política, y la reconstrucción de los valores democráticos sobre los cuales descansan los principios fundacionales de nuestro gran país. Aprendamos las lecciones del viejo y del nuevo régimen, y construyamos una República para todos, una República en donde se viva con libertad y justicia, una República que viva la reconciliación de su pueblo, con humanismo y amor por nuestra Patria.