El Poder Legislativo en México, desde el campo federal y en las cámaras locales, parece que tiene una profunda vocación por mantenerse a la zaga en diversos órdenes. Es cierto que no por legislar, generando modificaciones a la Constitución, así como en las sacrosantas Leyes, la realidad del país cambiará inmediatamente. Nada más como ejemplos a la mano, los siguientes dos:
El artículo 1º dice: “En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, así como de las garantías para su protección, cuyo ejercicio no podrá́ restringirse ni suspenderse, salvo en los casos y bajo las condiciones que esta Constitución establece”.
Qué duda cabe que resulta moderno ya que podemos decir que tal artículo está de cara al siglo XXI. Nada más que –en parte-- resulta letra muerta porque, por ejemplo, la iniciativa de Ley que en 2016 envió al Poder Legislativo el actual presidente de la República Enrique Peña Nieto, sobre matrimonio igualitario, no prosperó debido a que los poderes fácticos, representados por farragosos grupos conversadores y desde luego por el clero mexicano, no lo permitieron. Esa iniciativa, candorosamente la consideraron “improcedente”, pese a lo que reza el primer artículo. Un Estado laico como el nuestro, estaba obligado a aprobarla, punto.
El 3º Constitucional indica, palabras más, que: “Toda persona tiene derecho a recibir educación [desde] preescolar, primaria, secundaria y media superior… [que] Garantizada por el artículo 24 la libertad de creencias, dicha educación será́ laica y, por tanto, se mantendrá́ por completo ajena a cualquier doctrina religiosa; [y que] El criterio que orientará a esa educación se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios…”.
Basta escuchar o leer la sarta de ideas oscuras, nociones, opiniones y afirmaciones oxidadas que avientan a diestra y siniestra grupos como Pro-vida, la Unión Nacional de Padres de Familia, grupos de extrema derecha como la Organización Nacional del Yunke, más una buena parte de la población mexicana que apenas alcanzó los estudios de secundaria o de nivel medio superior, para darse cuenta de que la educación laica nos ha quedado a deber a mares y que aquello de los fanatismos y prejuicios gozan de cabal salud, desde los niveles básicos y en algunos casos, hasta los superiores.
Si bien nuestra enarbolada Constitución, más otra montaña de leyes, a la letra resultan vanguardistas o van a tono con este siglo, hay otros temas que continúan sumidos en el medioevo. A manera de ejemplo, en la próxima colaboración me ocuparé de la eutanasia o el derecho a tener una muerte digna.
