Nelson Mandela, ícono histórico de la lucha contra la segregación racial sudafricana, mencionó alguna vez que la educación es el arma más poderosa que se puede usar para cambiar al mundo. Nada más acertado: igualadora social por excelencia, la educación es un elemento fundamental para forjar sociedades justas, ciudadanos comprometidos con su entorno, y por supuesto, un medio ideal para crear espacios de paz y armonía.
El caso mexicano es uno de los grandes ejemplos: tras un periodo de intensas pugnas políticas que llevaron a la concreción del movimiento revolucionario, se dio como resultado una Constitución que sentó las bases de la educación pública y gratuita, pues el Constituyente entendió que la única forma de reconstruir un país sobreviviente a una revolución era a través de una formación educativa que generara una identidad nacional y que permitiera a la población la superación del analfabetismo.
Con una evolución progresiva, la educación fue fortalecida ampliamente durante el sexenio del presidente Adolfo López Mateos, que consolidó la creación de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, entendiendo la importancia de contar de manera gratuita con una de las herramientas más efectivas en el proceso de enseñanza aprendizaje: los libros.
Es justo en este sentido, que la llegada de la llamada “Nueva Escuela Mexicana” hace tambalear y genera dudas sobre el rumbo que toma el Sistema Educativo Nacional, pues la nueva generación de libros de texto gratuitos ha causado legítima preocupación a padres y madres de familia, así como a expertos en la materia derivado de los múltiples errores, desde faltas de ortografía y fechas históricas inexactas, hasta imprecisiones en temas como la composición del sistema solar.
No menos preocupante es observar que los libros de texto contienen en sus páginas aspectos de carácter ideológico y hasta político. Ello nos debe llevar a una reflexión sobre el papel de la educación como instrumento y práctica de la libertad (como lo enunciaba el pedagogo Paulo Freire), es así que, comprometer la educación pública para que sirva políticamente, constituye quizá, uno de los atentados más severos contra los derechos de las niñas, niños y adolescentes, pues esta debe ser la vía para el libre pensamiento y de ninguna manera un método de alienación en favor del poder en turno.
De tal manera que, resulta sumamente consternante e invita a la reflexión que el Sistema Educativo Nacional sea politizado de la manera en que lo está siendo, vulnerando uno de los fines más importantes de la educación, el cual resulta ser el desarrollo del pensamiento crítico en las niñas, niños y adolescentes de nuestro país.
