Las ventajas y comodidades del progreso tecnológico y económico que heredamos del siglo pasado han comenzado a ser cuestionadas, debido a la generación de riesgos que traen consigo, cuyo incremento amenaza su sostenibilidad antes de llegar al primer cuarto del siglo XXI. El progreso, otrora sinónimo de bienestar y alegría, se ha visto ensombrecido por sus “efectos colaterales”, hoy cada vez más visibles, tangibles y sufribles. El progreso ya no se auto legitima en una sociedad permanentemente insatisfecha y el miedo, como principal emoción ante lo que está por venir, no puede ser su resultado. Vivimos una severa paradoja: mientras más progresamos, menos expectativa hay de que éste se sostenga sin dañar al ecosistema que lo sustenta.
Las amenazas globales, generadas por la modernización, afectan por igual a animales, plantas y humanos; de la misma forma que a océanos, ríos, montañas, bosques y ciudades. Sus efectos son supranacionales, es decir no respetan fronteras, ni una clase social que se pueda abstraer de estos. Aceptarlos como parte “natural” de la sociedad industrial está comenzando a ser cuestionado, pues de qué sirven veinte años de progreso y bonanza económica (pensemos en lo recién ocurrido en Acapulco), si después un huracán se lo llevará todo –incluidas vidas humanas– y volveremos a empezar de nuevo.
Salir de una crisis provocada por un desastre no significa lo mismo para todos quienes sufrieron su impacto. Los procesos de recuperación y reconstrucción son totalmente distintos y asimétricos para quienes viven a ras de suelo, en las costas, con recursos limitados, que para quienes solo tienen inversiones y negocios ahí, donde ocurre un desastre. Cientos de comunidades afectadas por el Huracán Otis, en Guerrero, tardarán una década en recuperarse; mientras las cadenas transnacionales hoteleras, comerciales y prestadoras de servicios se recuperarán en unas cuantas semanas.
Además de contar con seguros de cobertura amplia y respaldo financiero de sus casas matrices, ubicadas en otro continente, las grandes empresas cuentan con un robusto sistema de transferencias del riesgo, a diferencia del grueso de la población –quienes consumen sus productos y servicios– y se ven en total desamparo, en espera del arribo de la ayuda humanitaria y de los planes de reconstrucción y subsidio gubernamental, siempre lentos y escasos.
En los últimos 40 años, vivimos en un círculo vicioso, donde la generación de riqueza va necesariamente acompañada de la generación de riesgos, con la notable diferencia de que la riqueza generada se va a ese otro continente y los riesgos se quedan aquí, en donde ocurren los desastres. Los riesgos, por ejemplo, los relacionados con la radiactividad, sustancias tóxicas, bacterias y virus, pasan desapercibidos a la vista humana, son invisibles y representan una amenaza muy sofisticada con la que convivimos diariamente de manera muy pasiva.
Los efectos secundarios del progreso, como lo son la degradación ecológica, incluida la contaminación del aire y el agua, vistos de una manera objetiva y racional, no tienen comparación con el mayor bien que pudieran alcanzar un puñado de hombres en su propio beneficio; su valor o utilidad radica en que el aire y el agua son elementos comunes, compartidos, naturales; corresponden a la madre tierra (la Pachamama); si se les daña el perjuicio es para todos y reduce las posibilidades de mantener el equilibrio que la naturaleza requiere para solventar sus extraordinarios procesos. Asumir la posibilidad de una catástrofe ecológica sólo para satisfacer intereses económicos resulta cada vez más indigestible.
La reflexión es reconocer si queremos más progreso o más posibilidades de vivir en el mediano plazo. Bajo los actuales parámetros de desarrollo, parece que el mundo tal y como lo conocemos se está agotando. La belleza de respirar aire puro en un atardecer bajo el sol no tiene igual. Reducir nuestra huella de carbono es progresar. Hacia allá vamos. Esto es también protección civil. ¡Que su semana sea de éxito!
Hugo Antonio Espinosa
Fue Director del Heroico Cuerpo de Bomberos de Toluca,
Subdirector de Protección Civil e Inspección en la SCT Federal.
Actualmente es Subdirector de Emergencias en el Valle de Toluca, en la Coordinación General de Protección Civil, EDOMEX