Hoy hablaremos un poco del antiguo Palacio Legislativo de Toluca (Cámara de Diputados), que estuvo ubicado en parte de lo que fue el Convento de San Agustín de San Francisco.
¿Qué es un librote que estoy leyendo?
Son algunas de las memorias del general Villada, que son parte de un informe de gobierno.
No encuentro en mi búsqueda unas buenas fotos o láminas grabadas del Palacio Legislativo, pero veo un artículo y una lámina donde lo están demoliendo en el año de 1974, para construir lo que ahora es la Plaza Fray Andrés de Castro; el ejecutor de esta magna obra fue el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez.
Hasta ahorita no encuentro lo que busco, sin embargo, encuentro otra lámina en la que la Cámara luce, al frente, una hilera de arbolitos; frente a la entrada están unos paisanos, con sombreros de anchas alas y copas como piloncillo.
¿Cómo se llamaba la calle de Belisario Domínguez, donde estuvo ubicada la Cámara en referencia?
Concordia y Porfirio Díaz me respondo al instante, y leyendo al periodista, historiador, escritor y catedrático Aurelio J. Venegas comenta cuándo entró en funciones el palacio que desapareció en 1974.
Es entonces que me pongo a leer la Guía del Viajero en Toluca, impresa en los talleres de la Escuela de Artes y Oficios, en 1894 para saber otros pormenores.
Aquí Venegas comenta que, las pilastras, molduras, columnas y ménsulas, son de piedra de la Hacienda de Xicaltepec y de las canteras del pueblo de Tlacotepec.
La piedra, a decir verdad, no es, ni con mucho dócil. Su trabajo debe haber costado labrarla a los canteros, si tomamos en cuenta el esfuerzo que para bajarla hacen en estos días los demoledores.
En ese Palacio, sigue comentando Venegas, estaban los almacenes de libros y útiles para las escuelas públicas del Estado; la sala de recepciones, la biblioteca (de la Cámara), y los archivos del Congreso.
La XIX Legislatura del Congreso se instaló allí el 15 de agosto de 1893, durante la administración del general José Vicente Villada. El edificio, según el propio Venegas, tuvo un costo de veinticinco mil pesos.
La calle que se llamó en su momento Belisario Domínguez, fue primero de la Concordia, y, posteriormente, de Porfirio Díaz, y no existía a principios del siglo XVIII. La Concordia se abrió hacia 1869, según documentos de la época. Los predios resultantes se adjudicaron a particulares.
Con la demolición de la iglesia del convento de San Agustín de San Francisco, construyeron sus casas los compradores. La que ocupó después la Cámara, perteneció a la familia Flores Arriaga, que primero la alquiló y, vendió después al gobierno.
La casa de la familia Flores se erigió en lo que antes fue la sacristía y oficina de la iglesia de Agustín de San Francisco y, después Casa Cural.
Fue hasta cuando pasó a poder del gobierno, durante una de las administraciones del general Villada, el tiempo en que se construyó el frontispicio que conocimos.
Grandes hombres del Estado, tanto representantes populares, como ciudadanos ilustres, estuvieron alguna vez en los recintos de la vieja Cámara. Aquí se discutieron y aprobaron leyes trascendentales; pero quizá ninguna como la de Protección a la Industria, presentada durante la administración del licenciado Isidro Fabela, y que transformó a nuestra entidad económicamente en el Estado gigantesco, el estado monstruo, para emplear las mismas palabras que un constituyente del 57.
Pero la grandeza material se desvirtúa cuando no va acompañada de nobles impulsos del espíritu; es como esculpir en humo, o pintar en agua.
Comentan los antiguos cronistas, que el convento y templo de San Agustín de San Francisco fue construido con piedras provenientes de los palacios y teocallis indígenas. Y es verdad, si el lector hubiera visto el muro del costado izquierdo de la Cámara, y el de la parte posterior, hubiese comprobado que estaba construido, en su mayor parte, de bermejos tezontles prehispánicos.
¿Vamos hablar del subterráneo?
Se recorrió hace años un pasadizo subterráneo que estaba bajo la ex Cámara. Es corto, estrecho, húmedo; corre entre dos muros de piedra, y tiene una planta en forma de T, en el piso de tierra había fragmentos de cráneos, tibias y costillas.
Un olor a catacumba, cuando se descendía al pasadizo, se llevaba la esperanza de que ese subterráneo fuera del que ingenuos toluqueños decían que iba desde el convento del Carmen, hasta el edificio de El Beaterio, que ocupó después el Instituto Literario. ¡Pero no, no hubo tal cimado¡ Ninguna huella apareció cuando excavaron el suelo para formar parte del estacionamiento subterráneo situado al oriente del Palacio de Gobierno (hoy luciendo esplendorosamente el Parque de la Ciencia Fundadores), ningún rastro, tampoco cuando se cavó el piso de la antigua cárcel, para construir el estacionamiento subterráneo de almacenes Blanco, hoy en día la tienda de autoservicio Soriana.