Cronista por derecho… mesie RAPE…
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Cronista por derecho… mesie RAPE…

Lunes, 12 Agosto 2024 00:04 Escrito por 

Hoy hablaremos de un gran personaje no oriundo de Toluca la bella, pero adoptado por ella; estudió y escribió mucho sobre la historia de nuestra ciudad, volviéndose un excelente cronista por derecho y maestro del Instituto Científico y Literario mesie RAPE.

Nueva York, 1916, Zinda, Dora y Esther, hermosas muchachas, ordenan y deciden en el café bohemio Zindorest. Por las noches, un grupo de jóvenes intelectuales, inquietos, turbulentos, se reúnen allí, casi hasta la madrugada. Trepado en una silla, Maxwell Bodenheim declama su más reciente poema. Lo escuchan y lanzan críticas, Fisher, Luis Untermayer, Max Eastman, John Reed. El autor de Diez días que conmovieron al mundo. Entre este grupo de tenaces polemistas está un joven inmigrante, Ramón Pérez, don Ramón el del Toluca Anecdótico y Toluca de Ayer. En mesas vecinas, pintores, actores, escritores, periodistas… discuten, discuten y discuten. Todo pasa por el tamiz impetuoso de su espíritu crítico; la guerra, la filosofía, la política. El teatro… no es el Zindorest, el único lugar predilecto. En el corazón del Greenwich Village, están el Gato Negro y El Perico; otras veces los jóvenes van juntos al vanguardista Guild Theatre, a los estrenos de O´Neill.

Desde esa época don Ramón ejerce el periodismo. Publica vehementes artículos en el Inmigrante, voz de la colonia sefardita (se refiere respectivamente, a la península Ibérica y los judíos nacidos o provenientes, descendientes de dicha región), en la ciudad de los rascacielos. Dos años después don Ramón, se encuentra en Centroamérica, como agente viajero de una casa comercial de Nueva York. Recorre Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. En sus momentos libres anda siempre en caza de amistades intelectuales; observando con cuidado y recatadamente en academias y redacciones de periódicos, así como, revistas; asistiendo a reuniones literarias. En ese peregrinar conoce a gente de letras de mucha y poca monta: a Santos Chocano, Blanco Fombona, Ramón Morales, Juan Avilés y Rafael Cardona. Su viaje coincide con el de la Comisión Comercial Mexicana enviada por don Venustiano Carranza para estrechar lazos entre México y Centroamérica. Encabeza la comisión Juan de Dios Bojórquez, conocido político mexicano. Don Ramón entabla estrecha amistad con Juan de Dios y acompaña a la Comisión en todo su recorrido. Por consejo de Bojórquez, don Ramón se viene a México.

 

mesie rape

 

¡En 1921 don Ramón ya instalado en Toluca, entonces nuestra ciudad la del Nevado, no pasa de ser un pueblo grande! Que digo grande, ni siquiera mediano, lo único que hay que ver son sus portales; ¡oh! Los Portales con alacenas de madera; los portales de los dulces de Clarita, y de los puestos de mulitas y calaveras, del jueves de Corpus y fieles difuntos. En el viejo San Carlos hay una barra a modo de balcón, que da a los Portales. Recargados en ella, don Ramón y sus amigos discuten, comentan y platican viendo pasar la vida, la tarde y parte de la noche. Allí, en esa ágora sui generis, están el Fifi Morelos, el licenciado Velázquez y Panchito Martínez (secretario particular del licenciado López Mateos cuando fungió como Director del Instituto y suegro del doctor Mario C. Olivera).

En 1928, año del centenario de la fundación del Instituto don Ramón entra al viejo caserón como profesor de lenguas, lo llama el director, licenciado Eduardo Vasconcelos. Como maestro institutense, don Ramón es único, implanta en su clase una rígida disciplina, que, después de todo, nunca va más allá de lo razonable. Divide su curso en partes que guardan entre sí estrecha relación; un día a la semana lectura; otro vocabulario, el de más allá, verbos. Los alumnos tienen la obligación de aprender treinta o cuarenta palabras en cada jornada, pasan al pizarrón y deben escribirlas y leerlas correctamente, y pobre de quien no sepa o sea traicionado por la pereza o por la memoria. El propio don Ramón forma el libro de lectura de sus discípulos. Escoge trozos literarios, científicos, históricos, y hasta filosóficos. Allí sus alumnos leen a Pascal, Loti, Renan, Fustel de Coulanges. Nadie mejor que don Ramón para enseñar la conjugación de los verbos franceses. Con su método hasta las piedras aprendían. Los exámenes son rígidos, quien los aprueba es porque ha estudiado a conciencia, se ha desvelado, se ha angustiado, pensando en la sombría reprobada.

En sus treinta y cinco años de labor docente, don Ramón enseñó a miles de jóvenes. Algunos llegando a dominar perfectamente la lengua francesa. Otros los menos aptos, por lo menos llegaron a traducir sin grandes dificultades. No sólo impartió francés en el Instituto, también Historia de la Cultura e Historia Universal. Después de treinta y cinco años cuando don Ramón deja el aula, sus discípulos lo despiden con tristeza. A pesar de su casi austeridad, el catedrático es enemigo de bromas teniendo alumnos que lo aprecian, quienes recibieron sus enseñanzas, consejos, y, porque no comentarlo, sus reprimendas, le ofrecen un homenaje en un restaurante de la capital de la República. Día de añoranzas, allí salen a relucir anécdotas y travesuras, que don Ramón ignora o finge ignorar, pero todos celebran ese día, a carcajadas.

 

ramon perez

 

A don Ramón siempre le atrajo el periodismo. En Centroamérica escribió interesantes artículos acerca de la juventud literaria de esos países. En tiempos en que era gobernador el licenciado Fabela, colaboró con sus amigos en el Demócrata. Escribe artículos sobre varios temas y un penetrante comentario acerca de la Segunda Guerra Mundial. Participó después en el Diario de Toluca, casi desde su fundación. En este periódico, inmediato antecedente de El Sol de Toluca, inicia sus interesantes crónicas de esta ciudad. Llegó a tener a su cargo una plana dominical que trajo siempre asuntos de importancia. En sus secciones Toluca de Ayer y Toluca Anecdótico, amenas reminiscencias, desfilaron notables personajes toluqueños. Costumbres, modos de pensar y hacer, sucesos curiosos, unos interesantes, otros adquieren vida en las evocaciones de don Ramón. Su conocimiento de la sociedad toluqueña, sus múltiples amistades, su interés por las cosas que fueron le facilitan su labor periodística. En los bolsillos de don Ramón siempre había papeles con anotaciones, sugerencias, pistas por rastrear.

En efecto, a veces realizaba tareas casi detectivescas. No tiene de un personaje otra cosa que un nombre, una referencia sacada de un antiguo papelote. Pero allí está el, que caray, para hacer agudas referencias. Va de casa en casa, preguntando siempre, siempre relacionando datos, sacando conclusiones. Y allí están, como frutos, la biografía de un pintor, las hazañas ignoradas de un general, el desconocido retrato de un gobernante. Para mí que hay historiadores, cronistas, ensayistas de ciudades, don Ramón no es un historiador, no concreta el relato escueto del suceso histórico, sino que dio a sus escritos amenidad, forma literaria, gracejo y malicia.

En síntesis, fue un auténtico cronista de Toluca, y lo fue por derecho, aunque no por oficio. Realizó e hizo bien para solaz de sus lectores, en escribir dos libros con sus crónicas. “Toluca de Ayer” y “Toluca Anecdótico” Recibió el agradecimiento y los parabienes de los toluqueños sobre todo de aquellos que miran como la vida se va escapando como puñado de arena entre las manos.

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Gerardo R. Ozuna

Toluca: Rescatando identidad