El tiempo, al igual que la obra de Carlos Fuentes, es un río que nunca deja de fluir; un cauce constante que, a través de las letras, nos arrastra hacia las profundidades de nuestra identidad y hacia la multiplicidad de lo que significa ser mexicano en el vasto contexto del mundo.
Hablamos de un autor que no solo vivió las letras, sino que a través de ellas, forjó puentes entre culturas, ideologías y épocas. Su nombre resuena no solo en las bibliotecas y salones literarios, sino en el alma de quienes le leyeron con la misma pasión con la que él creó. Fuentes, el incansable explorador de nuestra historia y complejidad, dejó un legado literario tan inagotable como las preguntas que siempre nos acompañan.
Hablar de su prestigio es invocar el compromiso de un intelectual que nunca se conformó con observar desde la orilla. Con obras monumentales como La región más transparente, Fuentes comenzó su carrera en 1958 trazando un retrato feroz y poético de la Ciudad de México, esa urbe inabarcable que se convierte en reflejo de la modernidad, la tradición y los claroscuros del país.
Luego vino La muerte de Artemio Cruz, una novela que con mirada crítica desentraña el pasado revolucionario, las promesas incumplidas y los anhelos de una nación. Fuentes fue, sin lugar a dudas, un escritor que supo dialogar con los fantasmas de nuestra historia y con el deseo de cambio de un pueblo dividido entre el pasado y el presente.
Sin embargo, hay una obra que merece especial atención en esta celebración del autor: En esto creo. Este libro, publicado en el año 2002, es mucho más que un texto literario; es el testamento intelectual de un hombre que nunca dejó de creer en el poder de la palabra. Con una prosa reflexiva y aguda, Fuentes expone sus ideas sobre la cultura, la política, la religión, la literatura y el destino del ser humano. A través de sus páginas, el autor reafirma su postura como un pensador global, pero profundamente comprometido con su país. El libro es una invitación a pensar, a cuestionar y a no darnos por vencidos en la búsqueda de un mejor futuro.
En esto creo resume las convicciones de Fuentes, su incansable defensa de la libertad y su llamado a reconocer la cultura como un eje transformador de sociedades.
Como bien supo expresar, “no hay cultura viva sin debate, sin disidencia, sin diferencia”. Su influencia en la cultura mexicana va más allá de su obra escrita; su pensamiento crítico y su insistencia en fomentar un diálogo cultural nutrido y diverso han dejado una marca indeleble en la manera en que concebimos nuestra identidad y el lugar que ocupamos en el mundo.
Carlos Fuentes fue y sigue siendo un faro, una voz que se alza contra la indiferencia y que invita a construir una nación que celebre su diversidad, su historia y su porvenir. En sus letras hallamos no solo la memoria de lo que hemos sido, sino también la promesa de lo que podemos ser. Por ello, la lectura de Fuentes nunca se agota, sino que se renueva, se redescubre y nos invita a continuar soñando. Es una lectura interminable porque habla de nosotros, de nuestra complejidad y de nuestras aspiraciones más profundas.