Enciendo la radio y sintonizo uno de mis programas favoritos. La pregunta del día resuena clara: "¿Quién es tu hombre favorito?". Sin dudar, me apresuro a responder a través de X: mi abuelo materno, mi padre y mi hijo. Les cuento por qué.
Mi abuelo fue un hombre que se atrevió a desafiar las expectativas de su tiempo. Nacido a finales del siglo XIX, vivió en un México marcado por la Revolución y los valores rígidos del machismo. Sin embargo, en medio de ese entorno, tomó decisiones que reflejaron su carácter íntegro y valiente. Durante la Revolución Mexicana, se negó a empuñar un arma. No podía justificar quitarle la vida a alguien que no conocía, alguien que no le había hecho daño, y que, para colmo, podía un compañero del mismo pueblo. Para él, la verdadera hombría no se encontraba en la violencia ni en la sangre derramada.
En el ámbito familiar, también rompió con varios moldes de su época. Fue padre de seis hijas y jamás utilizó la violencia para educarlas, algo poco común en un tiempo donde los golpes eran vistos como parte natural de la crianza. En un gesto valiente y revolucionario, aconsejó a una de ellas que no se casara si no lo deseaba, incluso después de que un hombre la hubiera raptado sin su consentimiento, como era costumbre en ciertas prácticas de la época. Aunque no siempre estaba de acuerdo con las decisiones de sus hijas, las respetó y les dio la libertad de elegir su propio camino, reconociendo el valor de su autonomía.
Mi padre, nacido en 1937, también rompió con los patrones de crianza tradicionales de su tiempo. Para él, tampoco los golpes fueron una opción válida para educarnos. Enfrentó los conflictos más difíciles de nuestra adolescencia con comprensión y amor, logrando, con paciencia, guiar nuestras vidas sin recurrir a la violencia. Era solidario cuando las mujeres nos resistíamos a hacer solas alguna actividad doméstica; nos enseñó a manejar a temprana edad y siempre nos impulsó a estudiar una carrera profesional.
En lo personal, mi padre dejó una huella profunda en mi vida. Me enseñó a desenvolverme con confianza en un mundo predominantemente masculino, pero siempre defendiendo mi feminidad con orgullo y determinación. Sus consejos eran claros y llenos de sabiduría práctica: "No te espantes si escuchas groserías, pero tampoco sientas que debes decirlas para encajar". Me inculcó la importancia de mantenerme firme y segura de mí misma, sin perder mi esencia.
Entre sus lecciones más memorables estaba la de enfrentar situaciones sociales con autonomía y responsabilidad: "Si decides tomar fuera de casa, tienes que aprender a hacerlo. Nadie debe tener poder sobre ti a través del alcohol. Recuerda que lo más seguro es una cerveza que destapen frente a ti". Estas palabras, simples pero llenas de significado, no sólo me dieron herramientas para cuidar de mí misma, sino también para navegar un mundo que a veces puede ser hostil, con la confianza y el control que él siempre quiso para mí.
Mi hijo, nacido en 1997, pertenece a una generación en la que la lucha por erradicar la violencia contra las mujeres y alcanzar la igualdad de género es parte del día a día. Su perspectiva fresca y su disposición a cuestionar me han confrontado en más de una ocasión, poniendo en evidencia las prácticas machistas que, a pesar de mis mejores intenciones, aún habitan en mí. Ha señalado con claridad las diferencias en el trato que a veces doy entre él y su hermana, haciéndome reflexionar profundamente sobre los estereotipos y prejuicios que, incluso de manera inconsciente, perpetúo.
Con él, he aprendido a mirar mis propias contradicciones y a entender las complejidades de esta lucha por la equidad. Su mirada crítica y comprometida me ha convertido en una persona más consciente y mejor preparada para acompañar esta transformación social.
La pregunta del día sobre "¿Quién es tu hombre favorito?" se hizo en el marco del Día Internacional del Hombre, que desde 1999 se conmemora cada 19 de noviembre. Esta fecha busca abrir un espacio de reflexión sobre las transformaciones en los roles masculinos dentro de la sociedad contemporánea. Más allá de los estereotipos tradicionales, esta conmemoración pone en primer plano la necesidad de cuestionar y redefinir las expectativas históricas sobre los hombres, que han perpetuado un modelo rígido de masculinidad.
Sí, mi abuelo, mi padre, mi hijo y otros hombres que admiro y quiero son, en cierto sentido, hijos del patriarcado, pero también han demostrado con sus acciones estar dispuestos a establecer relaciones más igualitarias y a romper con prejuicios profundamente arraigados.
No se trata de felicitar a los hombres, sino de motivarlos a reconocer y cuestionar las prácticas machistas que aún habitan en ellos, buscando erradicarlas de manera consciente. Es esencial que comprendan que, aunque hayan crecido bajo la lógica rígida del "cajón" de lo masculino, no están condenados a permanecer ahí. Muchas de estas creencias y conductas afectan profundamente su bienestar emocional, físico y mental. Es necesario que los hombres entiendan que también tienen derecho a llorar, a sentir fragilidad y a expresar sus emociones sin temor al juicio. Su masculinidad no se disminuye si sus ingresos no superan a los de su pareja o si no cumplen con las expectativas tradicionales.
Esta fecha es una invitación a repensar esos paradigmas y a construir una visión más equilibrada de lo que significa ser hombre. Una masculinidad que valore la diversidad de roles, fomente la empatía, el autocuidado y la expresión emocional como pilares fundamentales. Al adoptar esta perspectiva, se libera a los hombres de las imposiciones culturales que los limitan, al tiempo que se fortalece el tejido social, promoviendo relaciones más igualitarias y saludables en las familias y comunidades.
El Día Internacional del Hombre, en esencia, es una oportunidad para avanzar hacia una sociedad donde ser hombre no esté ligado a cargas opresivas, sino a una identidad amplia, enriquecida por la diversidad y libre de prejuicios. Es un llamado a abrazar una masculinidad consciente, auténtica y en armonía.
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Opinión