Recientemente fue hallado culpable de tentativa de feminicidio un influencer, “Fofo Márquez”, que tiene más de 3.9 millones de seguidores en Instagram. Márquez señaló en su defensa: “No soy cualquier influencer, soy uno de los más reconocidos en todo Internet”. Este caso muestra cómo perdemos la proporción de la realidad y justificamos la violencia por la popularidad y llamó mi atención por la importancia que las nuevas generaciones dan a estas figuras.
Los influencer son los nuevos protagonistas en los medios de comunicación por Internet que tienen el impacto, la fuerza y el peso para informar o desinformar a las generaciones más sentimentales y manipulables de la historia de la humanidad. Lo cierto es que han provocado cambios en el ecosistema de la comunicación (incluida la política) basándose en las redes sociales que han despuntado gracias a los teléfonos inteligentes.
Miles de jóvenes aspiran a ser influencer, es decir, personas que ejercen influencia (dominio), inspiran o guían las acciones de otros, atraen el interés del público en algo o alguien (incluidos políticos) como producto publicitario en redes sociales. Los influencer, especialmente quienes tienen gran cantidad de seguidores, se convierten en expertos o líderes de opinión en un área en particular. Manipulan a sus seguidores y los hacen propensos a comprar productos (incluidas personas) que promocionan y reciben pagos por sus recomendaciones porque logran convencer a la audiencia que les interesa. Se considera un gran influencer a quien tiene más de 50 mil seguidores, un microinfluencer tiene entre 10 y 50 mil seguidores y un nanoinfluencer menos de 10 mil seguidores.
Un manipulador juega con nuestras emociones. Usted sabe que no existen dos cerebros iguales en el mundo, las ramas y las hojas de ese árbol maravilloso que es nuestro cerebro se formaron cuando aún no teníamos 8 años. Se considera que las emociones humanas surgieron hace más de 200 mil de años, la razón lógica del pensamiento analítico se calcula surgió hace 100 mil años aproximadamente. De ahí que el 95% de las decisiones que tomamos sean emocionales. Reflexionemos, lectora, lector, ¿cuándo hemos recibido una clase sobre las emociones y su manejo en la educación formal?
A través de Internet las personas suelen ser manipuladas hacia acciones o formas de pensar que en realidad no querían. Insisto, esto también sucede en política. Incluso los gobiernos manipulan la realidad con equipos profesionales de influencer. El gobierno de Claudia es un ejemplo perfecto. Hay equipos especializados (y bien pagados) en redes sociales cuyo objetivo es llevarlo a pensar que todo va bien, que todo lo destruido es para bien de usted y de su familia.
En conclusión, el reto es prender esas áreas del cerebro que están apagadas por el exceso de información que recibimos y no sabemos cómo procesar. Si siempre repetimos y hacemos las mismas actividades nuestro cerebro no se moverá. Usted tiene que atreverse a correr riesgos. La persona con la que más hablamos es con nosotros mismos. Nuestro diálogo interno se convierte en un hábito y este a su vez en nuestras creencias. Por eso es difícil cambiar. Hay que romper la creencia de que la vida (especialmente la política) es como hace 40 años. Aceptemos el cambio y seamos optimistas. Que sea un cambio autónomo. Alimentemos nuestros pensamientos siempre de manera positiva, lo que hoy pensemos será lo que seremos en 10, 20 o 30 años. Llenemos nuestros cerebros con nuestras propias ideas a partir de información real. No cedamos a la manipulación de un influencer por muy popular que sea y aunque quienes nos rodean estén enganchados con ese fenómeno tan del siglo XXI. Seamos fuertes y digamos sí al pensamiento crítico.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.
