México, país de intervenciones II

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Publicado en Opinión

México, país de intervenciones II

Lunes, 03 Marzo 2025 00:03 Escrito por 
Hugo Antonio Espinosa Hugo Antonio Espinosa Sin Riesgos

En México, antes del Porfiriato (1876-1911), la atención de emergencias como un procedimiento organizado de auxilio a la población no existía; tampoco un proceso sanitario de atención a heridos caídos en batalla, a pesar de ser un pueblo guerrero que vivía entre revueltas, intervenciones y asonadas entre facciones que luchaban por el poder. Desde la Independencia hasta la Reforma, jamás se pudo establecer un servicio de auxilio regular para la población a pesar de tanta sangre derramada por los cientos de miles de heridos tras 50 años de constantes guerras.

Orden y Progreso era el lema de la época porfirista. Con la creación del Código Civil, el Código Penal, el de Comercio y el Sanitario, se regularizó poco a poco la vida nacional. Un aparato normativo y sancionador daría certidumbre al proceso de modernización emprendido. En términos de sanidad, en 1891 se expidió el primer Código Sanitario, a partir de la pluma de Manuel Romero Rubio, Secretario de Gobernación y suegro de Porfirio Díaz, quien sentó las bases de la sanidad pública como un elemento primordial de control social.

Los abogados, los ingenieros y los médicos eran las clases sociales privilegiadas. “Los Científicos”, les decían. Una élite que sentó las bases del México Moderno. Hacia el cierre del siglo XIX surgieron los Delegados Sanitarios de Emergencia, generalmente enviados a las fronteras y a los puertos para documentar e intervenir los brotes de enfermedades contagiosas y para regular el tráfico de mercancías que entraban y salían, en especial perecederos e insumos susceptibles de infección y profusión de vectores.

El Código sanitario establecía, por ejemplo, que todo aquel que vendiera comestibles adulterados estaba en la obligación de anunciarlo al público de manera clara. Debía colocar a cada producto una etiqueta en donde constara su naturaleza; se prohibía vender carne de animales que hubieran muerto o se hubieran sacrificado por estar enfermos de algún padecimiento contagioso, infeccioso. En los establecimientos de venta de leche se prohibía el uso de utensilios o recipientes de cobre sin estañar, latón, zinc, metal con esmalte plúmbico o loza mal barnizada. Los locales deberían estar limpios, aireados y separados de las piezas de dormir o de aquella donde hubiera un enfermo.

La atención inmediata y traslado de personas lesionadas en el campo, la industria y los servicios corrían la misma suerte que los combatientes: morían desangrados en sitio o por enfermedades no letales por falta de atención. El modelo de ambulancia en nuestro país no existía sino hasta que llegó la revolución, con la aparición de la Cruz Roja Mexicana en 1910.

En 1907 la Cruz Roja Española propuso al gobierno mexicano la creación de la Cruz Roja Mexicana, no obstante, fue hasta 1909 cuando prestó su primer servicio de voluntariado al apoyar a víctimas de una inundación provocada por el desborde del río Santa Catarina, en Monterrey, siendo esta la primera intervención de la Cruz Roja en nuestro país, al mando de su fundadora Luz Gonzáles Cosio, sí, una mujer. Tal suceso histórico detonó que, vía decreto presidencial, se diera la titularidad de asociación facultada para asistir de manera pública a la población, el 21 de febrero de 1910.

Desde entonces la Cruz Roja Mexicana ha marcado la pauta en las operaciones de auxilio en situaciones de emergencia. A diferencia de los 50 años de sangre y barbarie durante las intervenciones extranjeras, su participación durante el movimiento revolucionario fue significativa y estableció los preceptos de neutralidad, humanidad, solidaridad e independencia en el campo de batalla, que nunca antes figuraron en las cruentas guerras posteriores a la independencia.

En la tercera y última entrega, hablaremos del trabajo de los voluntarios y como se fue consolidando como los principales recursos humanos en los procesos de protección civil y en los lugares con mayor riesgo de desastre. ¡Que su semana sea de éxito!

Hugo Antonio Espinosa

Funcionario, Académico y Asesor en Gestión de Riesgos de Desastre

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