El odio a los ricos (parte II)

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Publicado en Opinión

El odio a los ricos (parte II)

Jueves, 10 Abril 2025 00:10 Escrito por 
Juan Carlos Nuñez Juan Carlos Nuñez Palabras al viento

Retomemos nuestro tema… Nadie tiene una receta para ser rico en la vida. De hecho, mucha gente puede criticarlos de manera agreste, pero si tuviéramos la posibilidad, muchos quisiéramos ser parte de ese grupo. De acuerdo con la empresa IPSOS, el 76% de los mexicanos está de acuerdo en tener diferencias de ingreso y considera que la riqueza está mal repartida, y esto es malo para la sociedad; a su vez, el 87% considera que las empresas tienen el deber de contribuir más a la sociedad y no sólo de generar ganancias.

En la colaboración anterior, revisábamos dos fenómenos diferentes. Uno en que los países crean riqueza y luego “la reparten”, y otro en que empiezan a repartir dinero antes de tenerlo. ¿Qué pasa en México? Analicemos algunos números. Durante 2023, en nuestro país se gastaron 1,302,736 millones en pago de pensiones y jubilaciones, que representan el 4.5% del PIB anual. Otra forma de explicarlo: de cada 100 pesos del gasto público, 16 se destinaron a este rubro. Y no perdamos de vista que el total fue de 8.1 billones de pesos.
Según México Evalúa, entre 2018 y 2024 el gasto en pensiones aumentó en 1.1% del PIB nacional, pero los ingresos sólo aumentaron 0.2%. En pocas palabras, se gasta más (bastante más) de lo que se ingresa. Año con año, el país se vuelve más pobre.

De igual manera, para 2024 se presupuestaron 1.99 billones para pensiones, el doble del presupuesto destinado al sector salud. A programas sociales se destinaron 2.7 billones de pesos en todo el sexenio anterior y se benefició a 28 millones de personas, de las cuales 12 millones son adultos mayores, 12 millones estudiantes, 2.8 millones de jóvenes (Construyendo el Futuro), 2.5 millones de trabajadores del campo y 1.4 millones de personas con discapacidad.

Según Axel Kaiser, en los gobiernos izquierdistas (marxistas), como se asume el actual gobierno, se cree que, para solucionar el problema de ingresos, hay que cobrar más impuestos a los ricos, a pesar de que en otros países esta medida haya tenido efectos negativos. El hecho es que se deberían hacer planeaciones y eliminar la construcción de obras faraónicas (elefantes blancos) que sólo sangran las finanzas públicas. La idea central de un buen gobierno es que su trabajo propicie las condiciones para incrementar la riqueza del país y, por ende, el patrimonio de los habitantes.

A eso hay que agregar —dice el autor— que los populistas, cuando su origen es marxista, tienen una mentalidad de conflicto. Instalados en la lucha de clases, tienen la idea de que siempre hay que estar en confrontación. Tienen dificultades para reconocer el valor del otro y, por eso, sienten envidia. Así, es frecuente que recurran al descrédito de sus adversarios. La envidia es un problema universal que genera odio hacia los ricos. La envidia es un sentimiento comúnmente negado, reprimido y enmascarado. Se puede admitir soberbia, avaricia, gula y hasta pereza; hay quienes presumen de ello. La envidia es un pecado que hay que ocultar; está cargada de miedo. Si alguien la admite ante sí mismo y ante los demás, entonces se siente inferior, y eso es imperdonable. Reconocer que se tiene envidia es exponerse a ser criticado públicamente. Es un sentimiento incorrecto que puede desencadenar una tormenta de indignación de los otros.

López Obrador y sus seguidores (incluida Claudia) tienen un gran resentimiento contra el mundo, especialmente contra quienes más tienen, y profieren un discurso de odio contra todo (y todos) lo diferente a ellos. Ese discurso refleja una envidia natural, que es el ingrediente anticapitalista (o antineoliberal), animado por las corrientes ideológicas derivadas del marxismo. Las reformas que hemos visto en México, como la desaparición de los órganos autónomos o la reforma judicial, sólo reflejan envidia y odio. Repetir que se debe acabar con los neoliberales, exterminarlos de ser preciso, mientras apapachan a los súper ricos y machacan con el discurso de “primero los pobres”, es indudablemente una manera deleznable de actuar, por decir lo menos.

Se tiene la idea de que los ricos lo son gracias a sus herencias y que la mayoría evaden impuestos. Se suele descartar como alternativa que quienes han triunfado sean modelo a seguir y motiven a otros a tener éxito. Hay quienes ven a los ricos como materialistas, arrogantes, codiciosos o egocéntricos, pero hay también quien los ve como visionarios, inteligentes, osados, trabajadores, imaginativos y optimistas. Los primeros adjetivos los suele usar gente envidiosa que no ha conocido a las personas con riqueza, y los segundos, personas que modificaron su criterio cuando conocieron o convivieron con quienes supieron esforzarse y generar un patrimonio considerable. Y ustedes, estimados lectores y lectoras, ¿en qué concepción tienen a los ricos?

Quiero terminar con una reflexión general: el odio no puede expulsar al odio, sólo el amor puede hacerlo. Lo preocupante no es la acción de quienes odian o envidian, es la indiferencia de los no envidiosos. Si queremos superar la envidia y evitarla, tenemos que cultivar la gratitud por cuanto nos ha dado la vida. Practicar la empatía, comprender las circunstancias y experiencias de los demás y evitar comparaciones con los otros; establecer metas realistas y trabajar por alcanzarlas; desarrollar capacidades y habilidades, en suma, enfocarnos en el crecimiento personal.

El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por el ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.
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Juan Carlos Núñez

Palabras al viento