Hoy, con profundo respeto, despedimos a José Mujica, un líder que no necesitó la tecnología para hablar con claridad sobre el alma de los pueblos. Su legado de lucidez ética y sencillez combativa se vuelve aún más urgente en estos tiempos. Honrarlo no es repetirlo, sino asumir las batallas que él vislumbró. Una de ellas es la educación, entendida no como instrucción técnica, sino como la posibilidad de emancipación humana.
En uno de sus discursos más contundentes, José Mujica afirmó que “los más jóvenes van a vivir un cambio en el mundo que no ha conocido la humanidad. La inteligencia va a ser tan importante como el capital”. Con esta frase recordé algunos de los datos del AI Index 2025, publicado por el Instituto de Inteligencia Artificial Centrada en el Humano (HAI) de la Universidad de Stanford.
El discurso del expresidente uruguayo y el informe de la academia norteamericana convergen en una verdad esencial: la inteligencia artificial (IA) no es simplemente una tecnología, sino una nueva forma de organizar el poder, la economía y la vida.
El informe de Stanford revela que los modelos de IA están alcanzando o superando el rendimiento humano en tareas cognitivas avanzadas. El costo de uso de estas herramientas ha caído drásticamente, y la inversión privada en IA ha superado los 250 mil millones de dólares a nivel global. Estados Unidos y China lideran esta carrera. Esto marca el paso de una economía basada en la fuerza de trabajo manual a una donde el capital cognitivo es el principal recurso. La frase de Mujica resuena con fuerza: la inteligencia se convierte en un nuevo capital, y quien no acceda a ella quedará excluido no sólo del mercado laboral, sino de la posibilidad misma de intervenir en su destino.
Mujica advirtió con crudeza que, si no educamos y formamos a las nuevas generaciones, “van a pertenecer al mundo de los irrelevantes, que no sirven ni para que los exploten”. Aunque dura, esta frase encierra una verdad histórica ineludible: en la era de la inteligencia artificial, la exclusión ya no será por falta de brazos, sino por la ausencia de capacidades cognitivas complejas.
El informe AI Index 2025 confirma esta tendencia: la demanda de habilidades en ciencia de datos, aprendizaje automático y pensamiento computacional crece a un ritmo acelerado. La brecha que enfrentamos no es sólo digital, sino también educativa, ética y política. Parafraseando a Martha Nussbaum, la educación no debe limitarse a preparar para el mercado, sino a formar ciudadanos capaces de comprender, cuestionar y orientar el uso de estas tecnologías.
En este contexto, el papel de la universidad pública en América Latina adquiere una relevancia estratégica: debe cultivar pensamiento crítico y producir conocimiento desde nuestras realidades; está llamada a democratizar el acceso al saber sobre IA, impulsar investigación propia y actuar como contrapeso a la lógica extractiva de las grandes tecnológicas.
En el caso de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx), la superación de su actual crisis política y ética debería abrir paso a una transformación profunda. El nuevo liderazgo deberá asumir con responsabilidad el desafío de integrar la inteligencia artificial a la educación, enfrentar los retos pedagógicos que esto implica para docentes y estudiantes, y contribuir a la formación de generaciones preparadas para afrontar los dilemas sociales, económicos y éticos de esta nueva era.
Que la lucha estudiantil que hoy exige una universidad más democrática, transparente y comprometida no sea en vano. Que su clamor marque un punto de inflexión. La UAEMéx no debe limitarse a administrar la crisis: debe convertirse en el motor del cambio. Porque la pregunta ya no es si la inteligencia artificial transformará el mundo, sino si estaremos a la altura para protagonizar esa transformación.
Vuela alto, Mujica. Que tu pensamiento sembrado en tierra fértil inspire a una universidad que no puede seguir posponiendo su papel en la era de la IA.