Una brújula internacional para la reforma electoral que México necesita
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Una brújula internacional para la reforma electoral que México necesita

Jueves, 09 Octubre 2025 09:49 Escrito por 
Asuntos Públicos Asuntos Públicos Raymundo Guzmán Corroviñas

Hablar de reforma electoral en México no es sólo discutir urnas, gastos, calendarios o porcentajes; se debería conversar sobre la calidad misma de la democracia. Los llamados “30 puntos para evaluar la calidad de la democracia e instituciones electorales” no surgieron de la nada: son el resultado de décadas de experiencias comparadas, miles de observaciones de procesos electorales y la reflexión normativa de organismos internacionales (International IDEA, Naciones Unidas, OCDE), agrupaciones de seguimiento (Freedom House, Pippa Norris y el proyecto Electoral Integrity), y de misiones de observación (OEA, Unión Europea). Estos criterios sintetizan prácticas sobre inclusión, integridad, transparencia, independencia institucional y participación. Tomarlos en serio es una condición para que una reforma electoral tenga sentido más allá de ajustes técnicos y se convierta en una apuesta por consolidar confianza ciudadana, justicia política y gobernabilidad.

Los 30 puntos no son una lista rígida única publicada como tal por un solo actor, sino una síntesis recurrente en guías, checklists y marcos analíticos internacionales. International IDEA ha estructurado herramientas para medir la “calidad democrática” con énfasis en administración electoral y participación; la ONU ha elaborado listas de verificación técnicas y principios de asistencia electoral; la OCDE aporta perspectivas sobre integridad pública y financiamiento político; Freedom House y académicos como Larry Diamond y Pippa Norris sistematizan indicadores sobre libertades civiles, competencia política y transparencia. Las misiones de observación —que elaboran informes pormenorizados sobre procesos concretos— han contribuido a priorizar y operacionalizar criterios: registro electoral, acceso a medios, fiscalización del gasto, seguridad de electores y candidatos, independencia de organismos electorales, protección de datos, y más. La convergencia entre fuentes técnicas, académicas y de observación dota a estos puntos de legitimidad normativa y evidencia empírica.

Entre los 30 criterios, algunos emergen como puntos relevantes y  estructurales,  sin ellos la reforma sería cosmética y caprichosa:

  1. Independencia y profesionalización de las autoridades electorales.- La autonomía del árbitro es el corazón del sistema. No basta con figuras formales de independencia: la selección de consejeros, la garantía de mandatos, la asignación de recursos y la protección frente a presiones políticas son decisivos. México requiere procedimientos transparentes y competenciales de designación, y estándares laborales y éticos que prevengan capturas por intereses partidistas o gubernamentales.
  2. Integridad del padrón y registro electoral.- Un padrón confiable es la infraestructura básica de la legitimidad. Depuraciones claras, control contra suplantaciones, mecanismos para la inclusión de sectores vulnerables (migrantes, pueblos indígenas, personas con discapacidad) y auditoría pública del padrón deben convertirse en norma. Para que un padrón electoral sea confiable, es irrenunciable que sea manejado por la autoridad electoral y no por el Gobierno.
  3. Financiamiento político y fiscalización eficaz.- El dinero determina competitividad. Controles sobre origen y destino de recursos, límites realistas, monitoreo en tiempo real y sanciones proporcionales son herramientas esenciales para frenar la captura del proceso por el poder económico. La fiscalización debe ser técnica, expedita y con capacidades sancionadoras.
  4. Equidad en el acceso a medios y espacio público En la era digital, las reglas tradicionales sobre radio y televisión conviven con plataformas que amplifican la desinformación o las asimetrías. Regular tiempos oficiales no basta; hay que garantizar acceso equitativo a audiencias, transparencia en publicidad política digital y mecanismos que sancionen uso indebido de recursos públicos en comunicación gubernamental.
  5. Justicia electoral ágil y especializada.- Controversias post-electorales minan la confianza si se resuelven tarde o con sesgos. Tribunales con especialización técnica, independencia jurisdiccional y plazos claros son indispensables para dirimir disputas antes de que se conviertan en crisis.
  6. Protección contra la violencia política y seguridad electoral.- Mexico ha aprendido, a menudo dolorosamente, que la violencia invalida la competencia; lamentablemente en nuestro país la violencia política atenta -pareciera que silenciosamente- con la democracia. Protocolos de protección, investigación efectiva de agresiones y medidas preventivas para candidatos y electores son requisitos éticos y pragmáticos.
  7. Transparencia y apertura de datos.- La información pública —padrón, financiamiento, actas, conteos— en formatos abiertos permite fiscalización ciudadana y análisis independientes. La opacidad alimenta sospechas; la transparencia promueve confianza.
  8. Educación cívica y cultura democrática.- Los procedimientos no bastan si la ciudadanía no los entiende o no los percibe como legítimos. Invertir en educación cívica sostenida y en campañas contra la desinformación construye resiliencia democrática.

El reto técnico, político y social de un análisis profundo: Traducir estos puntos en una reforma operativa implica desafíos multidimensionales.

  • Técnico: Muchos criterios requieren indicadores precisos, sistemas de datos interoperables y capacidades de auditoría que hoy no están plenamente institucionalizadas. Por ejemplo, fiscalizar publicidad digital exige herramientas de monitoreo técnico y acuerdos con plataformas transnacionales.
  • Político: Las reformas que tocan distribución del poder encontrarán resistencias. Modificar procesos de designación de autoridades, límites de financiamiento o reglas de paridad implica negociar con actores que pueden perder ventajas. Blindar las reformas —por ejemplo con mayorías calificadas o referendos— es políticamente exigente.
  • Jurídico: Armonizar normas federales y locales, evitar contradicciones constitucionales y garantizar compatibilidad con tratados internacionales exige trabajo legislativo y constitucional fino. Además, la estabilidad normativa debe cuidarse para que las reglas no cambien ad hoc durante ciclos electorales.
  • Social y cultural: Enfrentar prácticas clientelares, compra de votos y la normalización de la impunidad requiere políticas públicas complementarias (empleo, servicios, atención a la desigualdad, etc.) y una ciudadanía informada que rechace atajos clientelares.

Una reforma seria debe partir de un diagnóstico público y participativo que mapee brechas con base en indicadores claros por cada uno de los 30 puntos: qué medir, cómo medirlo, fuentes de datos y metas temporales. Debe existir un calendario de implementación, evaluaciones externas (observadores internacionales y académicos) y mecanismos de rendición que permitan ajustes. Además, la sociedad civil y los medios deben ser actores centrales en la vigilancia y en la co-creación de soluciones, desde observatorios de medios hasta plataformas de vigilancia del gasto electoral.

Más allá de la realización de “foros de consulta ciudadana” debería ser solo un paso en la democratización y análisis de la propuesta de reforma electoral, no un mecanismo de legitimación de la propuesta unilateral oficial. Detrás de tecnicismos están personas: magistradas y magistrados que deciden controversias, mujeres candidatas que enfrentan violencia política, comunidades indígenas discriminadas y presionadas por el clientelismo electoral, jóvenes bombardeados por desinformación, candidatos a cargos de elección popular asesinados, actos anticipadísimos de campaña tolerados por las autoridades, esa es la realidad que se vive en las calles de nuestro país.

Humanizar la reforma implica diseñar medidas con perspectiva de género, etnicidad, discapacidad y juventud; implica también, recuperar la dignidad ciudadana: que el voto implique efectivamente la elección de representantes, no una simulación de un resultado preconcebido por la inequidad de las reglas.

Una reforma con brújula internacional ofrece una brújula construida con experiencias comparadas y evidencia práctica, adoptarla a la realidad mexicana no significa copiar fórmulas ajenas, sino traducir principios universales a realidades locales, priorizando independencia institucional, integridad del proceso, justicia electoral, financiamiento y protección de la participación. El reto no es menor: exige técnica, voluntad política, inversión institucional y, sobre todo, la participación de la ciudadanía. Si la reforma se limita a cambios caprichosos o unilaterales, México seguirá acumulando demandas de legitimidad. Si se asume la ambición de estos criterios, la reforma puede abrir una senda de fortalecimiento democrático que trascienda ciclos electorales y nutra la confianza republicana que el país necesita con urgencia.

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Raymundo Guzmán Corroviñas

Asuntos públicos