"El Refugio", de don Humberto Corona

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"El Refugio", de don Humberto Corona

Domingo, 08 Septiembre 2019 00:08 Escrito por 

Historias de familia

Hoy hablaremos de un referente en nuestra ciudad como gran comerciante y persona: de la sedería El Refugio (Humberto Corona Esparza), negocio que permaneció por 58 años en los Portales de Toluca, donde asistió la crema y nata de Toluca y que para la población era de los negocios más grandes por los artículos de importación que ahí se ofrecían.

Ana María Corona, hija de don Humberto, es la que comparte estas vivencias de su padre, familia y negocio:

Su abuelo era del Distrito Federal (CDMX). Su papa nació en Guanajuato, porque su abuelo era maestro de ingenieros ferrocarrileros, el estuvo viajando a muchos lados por lo mismo de su trabajo. El mayor de los hijos es su tío Gabriel, el nació en Aguascalientes y su tía y su papá don Humberto, nacieron en Acámbaro, Guanajuato. Su papá se casó con una mujer de Chihuahua pero se vinieron a conocer en Toluca.

Don Humberto llegó a Toluca a la edad de cuatro años, nació en 1914 y murió en 2004.

Realmente no se tiene el dato exacto de la fecha en la que se abrió la Mercería. Lo que se sabe, es que su abuelo se dedicaba a vender en un cajoncito que lo traía colgado. Después se fueron haciendo de más mercancía y tuvieron su primer local enfrente del Portal Reforma, que es donde estaba el Cine Coliseo y, tiempo después, se pasaron a un local al Portal Reforma, donde rentaban. Esta propiedad fue de la familia Rojas.

Don Humberto comentaba que como él era muy pequeño y el negocio se cerraba con unas tablas muy altas, como de dos metros 30 cms. aproximadamente, no las podía levantar; entonces había unos carros de sitio de alquiler y a los choferes les pedía de favor que lo ayudaran a subir las tablas; las cerraban con una varilla larga gruesa de fierro y le ponía candado a los dos lados.

Así pasó el tiempo y se convirtió dicho lugar en la famosa Mercería El Refugio (mercería y sedería), dedicado a muchas cosas importadas, hasta que después ya no permitieron esta.

Humberto Corona era un hombre honrado, muy trabajador, futbolista, excursionista, tenista, de bicicleta, en general muy deportista.

Estudió hasta el tercer grado de primaria, pero a pesar de eso tenía una muy bonita letra. Se dedicó al negocio desde pequeño y comentaba que no alcanzaba ni el mostrador, le ponía unos banquillos para poder atender a la clientela.

De ahí se fueron para arriba él y su abuelo, ambos muy trabajadores los dos. En un tiempo, resulta que iban a traspasar la Perfumería Corona, que en ese momento no se llamaba así, fue cuando entonces don Humberto le sugirió a su papá viera la posibilidad de adquirir dicho negocio, porque su hijo Gabriel ya estaba casado (Lucha Maya) y entonces de la sedería no podían mantener a tres familias. Y fue así como la adquirió y pasó a tomar el nombre de Perfumería Corona.

Mercería y sedería El Refugio estuvo situado en Portal Reforma numero 102, y Perfumería Corona en Portal Madero número 218 antes era 44. Eran unos de los negocios que se veían con auge y mucha gente acudía a comprar en los dos negocios.

Con en paso del tiempo, empezaron a llegar a Toluca las tiendas departamentales, lo que provocó que resultara difícil para ellos seguir con el ritmo que llevaban. Además, los reglamentos de tránsito les afectaron, pues ya no permitían estacionarse donde se ubicaban los comercios, y fue por eso que realmente se quitaron.

Actualmente existe todavía la Perfumería Corona, pero es una cosa mínima comparado con lo que fue antes. Por ejemplo, la concesión de la Kodak, don Humberto la pidió y se la pasó a su hermano Gabriel para que estuviera más al tanto de esa distribuidora, aunque los dos manejaban productos de esa empresa, pero don Gabriel fue quien se metió más con fotografías y cámaras fotográficas, y don Humberto con rollos y revelado.

Don Humberto, desde muy joven, empezó a hacer los revelados en los tanques que se ponían para para ello. También se ponía a hacer las cremas y brillantinas que se usaban y se vendían a granel.

Era bastante apto para realizar muchas cosas; entendía mucho de agricultura, floricultura, fruticultura, ganadería, carpintería y varias cosas más que, a pesar de no haber terminado su primaria, se dedicó a leer mucho y eso le facilitaba todo.

Fue amigo de muchas personas de Toluca que iban a comprar a la Mercería; incluso le llegaron a decir el Armand chiquito, porque en la Ciudad de México había una tienda muy grande de cosas muy finas que se llamaba Armand, fue entonces que le decían el Armand de Toluca.

En su momento, lo que más buscaba la gente eran los terciopelos, encajes, botones, todos los artículos de importación les gustaba mucho. También se apreciaba y compraba mucho la ropa interior, la lencería, todo tipo de esas cosas. En esa época, muchas mujeres bordaban, tejían y cosían.

Los personajes de la época que acudían al negocio era casi toda la flor y nata de Toluca; compraban los señores Pons, las familias Chávez, Alva, Yurrieta, Álvarez, Dosal, Pliego, Ozuna; don Gustavo Baz Prada, siendo gobernador compró un cinturón y cartera. La señora Pons siempre compraba estambres, hilos, botones, medias, etc.

En fin, varias familias, muchísima gente, los profesores que venían de Francia iban mucho a comprar ahí, sobre todo los que estaban de maestros en la Alianza Francesa; así como también muchas personas de otros pueblos a llegaban a surtirse de hilos, estambres, y todo eso, para vender en los pueblos. Venían mucho de Zitácuaro, Tonatico, Taxco, etc. Llegaron a comprar unos listones que les ponían un fleco abajo, que la esposa de don Humberto (María de los Ángeles Armendáriz y su hija Ana María) se ponían a elaborar para las fiestas de muertos o el cierre del ciclo escolar para las escuelas.

Sus horarios eran de nueve de la mañana a dos de la tarde, se iba a comer, y regresaba abrir de cuatro de la tarde y cerraba a las ocho de la noche. Con excepción del 24 de Diciembre que cerraban a las once de la noche, y los domingos nunca abrió, jamás lo hizo.

Humberto Corona fue uno de los pioneros del equipo Toluca, en el año de 1932, más o menos, jugaba como medio. Era una persona atlética, era muy activo. En ese aspecto nunca descuidó su negocio porque lo atendía él.

Fue muy enérgico, pero realmente no se metía mucho con sus hijos, a quienes realmente los educó doña María de los Ángeles; claro, teniendo el ejemplo de don Humberto. Era una persona honrada, muy trabajadora, ahora sí, de no tener nada, a tener todo lo que tuvo, para sus hijos es admirable. Muchas cosas que adquirió, su hija Ana María las conserva, por ejemplo, el comedor que tiene más de 100 años, él lo compró como al año de haberse casado, en abonos como se acostumbraba.

Nunca tuvo deudas con nadie, nunca estuvo en la cárcel, no fumaba, no tomaba, era excursionista, salía todos los domingos tempranísimo y se iba a La Teresona, a La Marquesa, a donde fuera iba con varios amigos; a veces iban su esposa, hijas, sobrinas etc. Era muy atlético.

Los amigos de don Humberto fueron el señor Gustavo Bernal, quien tenía la ferretería La Palma, compadre del señor Carlos Portilla, que tenía una tienda de abarrotes. El señor Manolo Villaverde, “El Chateto” Fuentes, el profesor Javier Romero, el señor Vendrell. Había personas que lo seguían; como él siempre estaba en el negocio, pasaban y lo saludaban. Se ponían a platicar con él, el famoso “ánimo” Filiberto Navas, muy amigo de él.

Decidió cerrar el negocio porque era ya demasiada alta la renta y las ventas eran bajas a consecuencia de la llegada de las tiendas departamentales; tuvo que quitarla con todo el dolor de su corazón. No hizo partícipe a su familia, porque realmente no se metían en sus negocios; pero un día llegó con toda la mercancía a casa. No terminó, pero vendió más de lo que tenía y así fue como fueron deshaciéndose de parte del negocio. Ana María todavía tiene mercancía que pasó de moda.

Cerró su tienda en 1982, con mucha tristeza, porque había durado muchos años ahí, era su vida, su vicio. Después se dedicó a estar en su casa, leía mucho, hacía mucho ejercicio y disfrutó su casa y su familia más que nada. Ahora sí, desde 1982, andaba muy contento realmente, viendo sus casas, porque él construyó varias y las rentaba.

Su hija considera que lo que aportó don Humberto a Toluca, más que nada fue su ejemplo de hombre bueno en general, un hombre muy trabajador, honesto, con un negocio que fue en su momento gran referente en la ciudad. Con decirle que quiso comprar un rancho y llegó a comprarlo, pero el rancho fue de don Isidro Fabela ubicado en Atlacomulco.

Don Humberto fue a entrevistarse con don Isidro, tendría en ese entonces 46/47 años y realmente no le llegó al precio, "no creo podérselo comprar", le comentó.

Entonces don Isidro le comentó: “bueno, piénsalo, después hablamos”. En ese inter, don Isidro lo fue a investigar y cuando regresó don Humberto a comentarle que definitivamente no había conseguido el dinero, porque él no era de pedir préstamos (nunca lo acostumbró), entonces don Isidro le dijo: mire don Humberto, yo sé que usted es un hombre probo, completo, honrado, váyamelo pagando como pueda. Entonces don Humberto le dijo: pues de ser así, sí se lo compro y gracias por la confianza; y así se lo fue pagando poco a poco.

Es una muy buena anécdota porque nunca hubo de por medio un pagaré firmado, contrato alguno, nada absolutamente nada, fue un trato de palabra y de caballeros que quedó cumplida en su momento. Recuerda su hija que los últimos pagos que su papá le dio a don Isidro, "ahora sí anduvimos esculcando hasta nuestras alcancías" y sacaron moneditas de oro que tenían guardadas de dos pesos y medio, veinte pesos, para poder completar lo último para pagar el rancho.

Ese rancho les dio mucha satisfacción, alegrías, sobre todo a su hijo, el más chico, y a su hija Ana María, porque pasaron una infancia muy feliz ahí. Llegó a tener 175 hectáreas en la que sembraba trigo, maíz, papa y cebada.

Doña María de los Ángeles tenía gallinas y don Humberto llegó a tener 75 cabezas de ganado, pero como él decía "de mis listones sale lo que hay que pagarle al encargado y lo demás". La casa era muy antigua, era una galera, que don Humberto reconstruyó junto al río Lerma.

Sus hijos fueron felices nadando en el río Lerma, y una anécdota de su hija Ana María es que la mordió una víbora de cascabel, tenía como 15 años, paseando por uno de los ranchos pisó una víbora. Eran dos juntos, uno se llamaba El Porvenir y el otro La Venta.

Es satisfactorio para todos sus hijos el haber sido hijos de don Humberto Corona y de doña María de los Ángeles Armendáriz, ejemplar matrimonio.

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Gerardo R. Ozuna

Toluca: Rescatando identidad