Origen del tren de Toluca a Tenango-San Juan de las Huertas

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Origen del tren de Toluca a Tenango-San Juan de las Huertas

Lunes, 05 Diciembre 2022 04:58 Escrito por 

El hombre ha tenido necesidad de transportarse a sí mismo y de transportar a los bienes o productos que produce o que necesita para producir, tal necesidad es lo que lo ha llevado a crear y perfeccionar los distintos medios de transporte que conocemos y utilizamos sean estos marítimos, terrestres o aéreos.

De entre todos esos medios, el ferrocarril ha sido considerado por distintos autores como la mejor innovación de la llamada primera revolución industrial, en el sentido de que fue el primer transporte terrestre que revolucionó el traslado de mercancías y personas, en especial en aquellos lugares donde fue implantado.

En México, esta mejora en las condiciones de traslado (capacidad, seguridad y rapidez) permitió que las zonas beneficiadas por el paso de ferrocarriles experimentaran un cierto crecimiento económico, el cual hasta antes de la llegada del ferrocarril, se había encontrado limitado, entre otras causas, por la presencia de una deficiente e insegura red de comunicaciones y transportes que restringen la distancia y la capacidad de comercialización de las mercancías debido principalmente a los altos costos de transporte cobrados por los entonces predominantes medios de transportes mexicanos: diligencias, carretas y arriería.

Con el establecimiento de líneas ferroviarias llevada a cabo fundamentalmente por la inversión extranjera, en su mayoría estadounidense, los altos costos de transporte dejaron de ser la principal limitante para el traslado de mercancías en sus zonas de influencia pues con la reducción de los costos de transporte el ferrocarril favoreció relativamente no solo la integración del territorio nacional (al ampliar los márgenes de la comercialización interna de los mercados regionales) sino también contribuyo a la acentuación de las relaciones entre México y Estado Unidos.

Por lo que se refiere a las investigaciones hechas en torno a la historia empresarial de la ciudad de Toluca, de finales del siglo XIX y principios del XX son escasos los trabajos que abordan al empresariado radicado en la capital mexiquense desde las perspectivas antes mencionadas.

Sobre este tipo de estudios sobre las empresas y la actividad empresarial en su perspectiva histórica se remontan a la tercera década del siglo XIX, 1825 aproximadamente, y están representados por los integrantes de la llamada escuela histórica de economía, encabezada por Friedrich Lizt, en la Alemania, y por sus continuadores de la nueva escuela histórica entre las cuales en este sentido destaca la obra de Gustavo Friedrich von Schmoller, el cual incursionó en el estudio de las empresas locales y su desarrollo histórico, tratando con profundidad el proceso de cambio en la organización empresarial.

 Por lo tanto el objetivo de esta columna es exponer parte de la actividad económica de los hermanos Henkel en nuestra ciudad, a finales del siglo XIX y principios del XX, y es que, si bien se tiene  noticia del poder económico y político que tuvo esta familia durante el periodo del gobernador José Vicente Villada (1889-1904); mencionaremos algunas de las diversas compañías y acciones en que participaron: Sociedad Agrícola viuda de Henkel e Hijos; Sociedad Agrícola y Mercantil Henkel Hermanos; el Molino La Unión, S.A; Compañía de Luz y Fuerza Eléctrica de Toluca, S.A; El Banco del Estado de México, S.A y el Ferrocarril Toluca-Tenango y San Juan de las Huertas.

Por otro lado, se verá, por una parte, como en dicha línea se refleja una práctica común del gobierno porfirista.

Dicha línea nació bajo condiciones económicas precarias, los hermanos Henkel, lograron hacerla una empresa exitosa, pues en un periodo no mayor de veinticinco años, en que pasó de ser una compañía familiar a una de acciones, recuperaron la inversión que hicieron en su construcción y explotación.

Esto fue posible gracias a las prácticas monopólicas de los Henkel, pues mientras su línea férrea estuvo en operación, no permitieron el establecimiento de otras líneas férreas cercanas a las suyas; fuera en la conexión en la línea Toluca-San Juan de las Huertas que mantenía con la Hacienda La Huerta y con el Molino La Unión, no cruzo, ni mucho menos permitió ramales que la comunicaran con otras áreas y Haciendas, con una importante producción agrícola como la de la Hacienda La Huerta.

Por esta razón las haciendas que pretendían usar los servicios de carga ofrecidos por este tren tuvieron que hacer uso de medios pre ferroviarios, como las carretas o las recuas de mulas para transportar sus productos a las estaciones de este ferrocarril, en aras de embarcar la carga hacia lugares más lejanos o fuera de la ciudad de Toluca.

La primera referencia que se tiene sobre un miembro de esta familia en Toluca es la de su fundador, Antonio Henkel. El primer antecedente data del 31 de marzo de 1829, fecha en que don Antonio junto con Manuel Martens, ambos originarios de Alemania, celebraron un contrato con don Juan Mariano González Pliego, vecino de la ciudad de Toluca, en el que se comprometieron a hacer una máquina de molino para aceite.

Don Antonio artesano de oficio formó parte de aquellos primeros alemanes llegaron a México con un escaso capital entre sus manos, pero que gracias a su procedencia social, tecnológicamente más desarrollada que la mexicana, con una mayor especialización en algún oficio, con una educación elemental, con conocimientos de una mejor tecnología y con una amistad o vínculos posibles con socios compatriotas del mismo oficio; consiguió aprovechar dichas ventajas para colocarse en un estrato laboral superior al de los artesanos mexicanos radicados en la ciudad, lugar al que los inmigrantes consideraban como el más redituable.

Se tiene referencia de que por el año de 1862 Antonio Henkel, era ya propietario de una panadería en un plan y arbitrios para cubrir el presupuesto y gastos de la administración municipal; su muerte a causa de una neumonía ocurrida el 15 de diciembre de 1871 en la ciudad de Toluca, cuando tenía tan solo 65 años de edad.

Don Antonio Henkel tuvo un único hijo, Arcadio, quien se casó en 1855 con Francisca Zea González Arratia, ella formaba parte de una de las familias más notables de la ciudad de Toluca, y por ese matrimonio es que don Arcadio se incorpora a la élite social de Toluca, teniendo en cuenta que su esposa Francisca, era pariente del destacado federalista José María González Arratia gran benefactor de nuestra Toluca, personaje que se había distinguido por iniciar lo que se consideraba la modernización de la capital del estado, al emprender la construcción de los referentes Portales en 1832, la construcción de tres teatros que ya hemos mencionado en crónicas anteriores y del Hotel La Gran Sociedad. Fue director del Instituto Literario de Toluca en 1833, así como dueño de la Hacienda La Pila, que durante mucho tiempo abasteció de agua a la ciudad, de cuyo Ayuntamiento fue síndico en 1830 y alcalde del mismo en 1845 y 1852.

 

instituto literario toluca

 

Por su parte don Arcadio no era heredero ni dueño de alguna hacienda, sino un joven comerciante con una incipiente fortuna. El ser hijo de un extranjero fue un factor que le permitió ser aceptado entre la sociedad toluqueña, eso sí se consideraba que la elite mexicana en general, tenía un prejuicio favorable sobre los extranjeros, sobre todo por su pureza racial, y por ser industriosos.

Arcadio inició su carrera como comerciante en el ramo de las panaderías, para 1883, de las diez propiedades en que aparece como causante, la mitad estaban relacionadas con el negocio de la molienda y procesamiento de trigo. Hacia esta fecha era dueño de la hacienda La Huerta, ubicada en el municipio de Zinacantepec, se trataba de una hacienda mixta, pues no solo producía trigo, sino que tenía un molino de harina y elaboraba maíz y cebada.

Al momento de su muerte, en 1884, y gracias a su testamento, se da a conocer la lista de propiedades que Arcadio Henkel poseía; por su diversidad y número refleja el poder económico que este personaje llegó a ostentar hasta los 51 años, edad en la que murió.

Cuando Arcadio murió en noviembre de 1884, tenía cinco hijos: Aurelia, Luz, Alberto, Eduardo y Adolfo Henkel quienes a mediados de 1885 decidieron junto con su madre Francisca, crear una sociedad mercantil y agrícola a la que denominaron Viuda de Henkel e Hijos, con el propósito de administrar el haber hereditario de su padre. En ese momento el capital de la Sociedad era de $286,508.96 pesos.

En el año de 1889 murió Francisca Zea, pero hasta 1892 los hermanos, con la excepción de Aurelia Henkel y ya con la debida repartición de los bienes heredados de su madre, determinaron cambiar la razón social de su sociedad, que pasó a llamarse Hermanos Henkel.

Para 1906 año en que se renovó esa misma sociedad y haberse separado de ella las dos hermanas, el capital social reportado por los tres hermanos Henkel ascendía a la cantidad de $503,333.79 pesos.

Dentro de los bienes familiares heredados por la muerte de don Arcadio en 1884, aparecen sus acciones y derechos sobre la compañía del ferrocarril Toluca-San Juan de las Huertas, que años más tarde pertenecería exclusivamente a la familia Henkel.

La concesión de la línea Toluca-San Juan de las Huertas data desde 1883, año en que el político Agustín del Río la consiguió para construir un ferrocarril de vía angosta (0.914mms) entre Toluca y el pueblo de San Juan de las Huertas con ramales a Temascaltepec, Sultepec y Villa del Valle hoy Valle de Bravo.

Unos meses después de que don Agustín del Río contó con dicha concesión, en la que había pedido como subvención $ 3,500.00 pesos por cada kilómetro de vía que se construyera, precedió a asociarse con el comerciante don Arcadio Henkel y con el abogado don Eduardo Viñas para explotarla, siendo su gerente el señor del Río y administradores los señores Viñas y Henkel, todos sin retribución alguna por sus trabajos.

Es así como empieza esta bonita narrativa del inicio del tren Toluca-Tenango-San Juan de las Huertas:

Por todo lo anterior escribiré las siguientes iniciales F.T y S.J; no son iniciales de una frase injuriosa que significa la inutilidad de trabajar, como lo interpretan algunos, sino son las siglas del Ferrocarril de Toluca, Tenango y San Juan de las Huertas, que su origen pretendía llegar hasta las Balsas, Estado de Guerrero, quedándose este trenecillo pretencioso en las modestas dimensiones que le conocemos a quienes le hemos estudiado sobre nuestra Toluca.

Las máquinas arrastraban vagones descubiertos, a los que con frecuencia llegaban chispas que salían por el enorme embudo que servía de chimenea, alimentada con rajas de leña, que en ese entonces eran baratísimas. La máquina con las dimensiones de un gran juguete, así lo comentaba el gran López Velarde; seguía un vagón con rajas de leña, que arrojadas a la caldera producían el vapor que impulsaba aquel gracioso y útil artificio.

San Juan de las Huertas tenía la importancia de un verdadero puerto de entrada a la tierra caliente. Hasta allí llegaban los arrieros con los productos abundantes de la tierra caliente, que incluían desde minerales de Zacualpan, Sultepec (tierra oriunda de mi padre) y Temascaltepec hasta los curtientes como el timbre y el cascalote (planta medicinal) de Palmar Chico y de otras partes más lejanas.

Llámenos puerto a San Juan, que también llegaban quienes, procedentes de Teloloapan, Arcelia o Izcaputzalco, venían a buscar mejoría de suerte en las tierras más altas de México.

El ferrocarril de Toluca, Tenango y San Juan tenía dos estaciones principales: una situada en la parte final de la entonces calle de Lerdo (Tenería) más allá del Molino de la Unión (propiedad de los Henkel) por donde se iniciaba la Colonia Sánchez, y la otra, llamada de Santa Clara, en la actual esquina de la calle de Josefa Ortiz de Domínguez y avenida Hidalgo, donde se encuentra actualmente la clínica número 1 del Instituto del Seguro Social.

Tenango: por esta estación llegaban a Toluca los que procedían de Tenancingo, Ixtapan de la Sal, Zacualpan, Coatepec Harinas, Tonatico y Villa Guerrero en parte y algunas partes de Guerrero y de Morelos, que tenían comunicación terrestre con el Estado de México.

Este ferrocarril concluía en la estación de Atlatlahuca, las estaciones de San Juan y de Santa Clara eran muy concurridas.

México: la estación más importante era la que daba salida a la ciudad de México (otrora Distrito Federal), la que servía de acceso para quienes procedían de El Oro y de otras partes del Bajío, como Tacámbaro y Uruapan, Michoacán. Los otros lugares de arribo sólo incidentalmente tenían importancia porque las arrias dejaban apenas sus huellas en los mesones del general Prim y de Gómez Farías.

 

palacio toluca

 

Cinco de febrero: Llamaba mucho la atención la calle de 5 de febrero. Atrás de Palacio de Gobierno (hoy el flamante Palacio de Justicia) estaba el restaurante Gambrinus, con su rey, empuñando la copa cervecera. Pasando el Portal del Risco, estaba la fonda El Foco Rojo y frente una fonda de medio pelo llamada La Veracruz, alternaban las fondas baratas con las cantinas. Para comodidad y asilo de los viajeros en el jardín Morelos había dos Hoteles, el de Atocha y el Morelos. También existían otros más destartalados y de medio pelo como el mesón San Macario que eran como asilos para mendigos y lugares para los que llegaban a Toluca arriando sus burros.

Hoteles: naturalmente que había hoteles famosos. El San Carlos de don Jaime Pons, que fue por mucho tiempo el mejor; El Principal, donde se encontró en su momento el Teatro del mismo nombre y tiempo después el cine Rex, y el Gran Hotel, que años antes llamaba hotel Andueza, todos estos se encontraban en el primer cuadro de lo que hoy en día llamamos el Centro Histórico.

Por allá por donde se encuentra todavía el Hotel Colonial (propiedad de la familia Carrillo) existió muchos años un hotel mal atendido, de la misma categoría que uno que estuvo junto a la casa de las Diligencias (inmueble en su momento de don Ciro Estrada), llamado La Bella Unión.

La ciudad era una maraña de coches y vehículos de carga. Entonces rodaban por las calles empedradas, lentos, los coches de bandera, con soñolientos cocheros que transformaron cuando menos algunos en los chafiretes de los taxis actuales. Delfino Tapia, ejemplo, representó la transición entre el conductor de autos y el viejo cochero.

Así era nuestra Toluca, que recibía los viernes un rio de gente para animar a su famoso tianguis, donde las damas toluqueñas y foráneas salían hacer sus compras de la semana algunas de posición acomodada acompañadas por su dama de servicio, y otras pagando quien les ayudará a que les cargaran sus compras; después volvía nuestra Toluca la bella con olor a sacristía a su quietud de provincia limpia.

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Gerardo R. Ozuna

Toluca: Rescatando identidad