Mesones en Toluca

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Publicado en Opinión

Mesones en Toluca

Lunes, 09 Enero 2023 00:35 Escrito por 

Hoy hablaremos de donde se aposentaban los viajeros que llegaban a nuestra Toluca en varios menesteres:

A pesar de las angustias económicas que sufrió nuestro país por la decadencia de la minería que en los años anteriores a la Independencia era la industria más floreciente, los comerciantes, curiales, clérigos y los militares, de alguna manera fundamental, formaban las clases privilegiadas, que tenían oportunidad de viajar sin las comodidades que actualmente tenemos.

Hacia 1847, año al que se refiere nuestro relato, Toluca volvió a ser la capital del poderoso Estado de México, cuya población escasamente llegaba a más de un millón doscientos mil habitantes, distribuida en 14 prefecturas políticas, desde el estado de Hidalgo, hasta Chilapa y Acapulco, del estado de Guerrero.

La importancia de nuestra ciudad de Toluca no correspondía a su categoría de capital del Estado, y sus hospedarías, como lo describiremos, no habían dejado el sórdido aspecto que presentaban en los días coloniales, cuando el Periquillo Sarniento y Martín Garatuza iban por estos mundos de Dios viviendo de trácalas que quedaron escritas en las páginas llenas de color y de picardía de Joaquín Fernández Lizardi y Vicente Riva Palacio.

¿Nos preguntamos y a la vez nos contestamos, a donde llegaban los viajeros a Toluca?

 

 

casa diligencias tolucaFachada Poniente de la Casa de las Diligencias.

 

Los diputados del Congreso del Estado, como Antonio Escudero, Diego José Pérez y Fernández y don Manuel Gorozpe, que teniendo sus propiedades en el Valle de México, por su empleo llegaron a Toluca en agosto del año de 1846, después de la última Revolución o pronunciamiento de La Ciudadela, hospedándose en la muy conocida casa de Las Diligencias, por aquel tiempo la posada más distinguida de la ciudad, donde había cuartos con camas y en cualquier rincón colocada con una bandeja de barro para que el huésped se aseara. Cualquier hotelucho de ínfima categoría de los que tenía Toluca en los años 40's contaba con más holgura y comodidades que la Casa de las Diligencias en donde doña María Cuervo de Durán, encargada de operar la casa y del despacho de los chirriantes carruajes en que se viajaba (por ello el nombre de la casa de Las Diligencias) prodigaba atenciones discretas a sus necesarios y forzados huéspedes. Esta era la hostería más importante en el año de 1847; pero no se podía comparar ni en su sabor ni en su carácter pintoresco con el flamante Hotel que diez años después se construyó en la misma calle de Las Flores, hoy en día Juárez, y que fue conocido con el nombre de la Bella Unión, donde muchos toluqueños vivieron amores mercenarios y transitorios.

La placidez relativa de la casa de Las Diligencias contrastaba con el endiablado barullo de los mesones, entonces las posadas más accesibles al público de diversas clases. A los mesones de Toluca, especialmente las tardes de los jueves, entraban tropeles de indios cargando a sus espaldas el cacaxtle, y los mozos de cuerda, en busca de ocupación, o detrás de sus amos, se sumaban al barullo que hacían las recuas y los arrieros que acomodan sus atajos en los macheros que año por año y mes tras mes les estaban destinados.

El mesón de San Juan de Dios, del que deseamos y queremos acordarnos en primer lugar, se encontraba en la calle del mismo nombre, hoy Plutarco González, casi esquina con el callejón de Pajaritos, y en su portón lucía un gancho del que colgaba una farola entristecida que arrojaba trémulos haces de luz sobre las baldosas de la calle de San Juan de Dios. Al entrar, antes de pasar al patio principal, a la altura del arco que dividía el corredor, se encontraba arriba, la imagen de la Virgen del Buen Suceso, ante la cual ardía agónica una lámpara de aceite, encendida día y noche y mantenida con solicitud por el huésped.

En este mesón predominaban los comerciantes de la Villa del Valle de Temascaltepec, los vendedores de rebozos de Sultepec y de Chilapa, y también los contrabandistas de tabaco en rama y los que compraban aguardiente para llevarlos a los pueblos de Ixtlahuaca y San Felipe del Obraje.

Los mesones de San Antonio y de San José eran los más discretos, aunque frecuentemente en el patio en que se encontraban las grandes pilas para que bebieran agua las recuas, los maromeros daban funciones a las que acudían las personas llevando desde su casa la silla para sentarse. En estos mesones se hospedaban clérigos en viaje a la Mitra, y también frailes de órdenes regulares que, en algunas ocasiones, sin mucho recato, y como cualquier hombre de los tiempos actuales, abrigaban en los cuartuchos de estos mesones amores transitorios y completamente terrenales.

En el mesón de San Antonio, en 1847, se hospedó el doctor Veliz, de paso para San Felipe del Progreso, que entonces era curato (jurisdicción eclesiástica que precedieron a los distritos civiles) a cargo de la Congregación de San Felipe Neri, de la cual era prepósito.

No menos famoso era el mesón de la Plaza Principal, que suponemos es el mismo en donde tuvieron lugar los acontecimientos de los cuales fue protagonista el Loco Pérez, y que el señor Monsieur Rape narro en una crónica.

En todos los mesones se hospedaban los indios y los arrieros, que solían dormir en los portales y corredores que cubrían las partes baja y alta de los edificios, y los macheros (encargados de fabricar los machos en la producción de piezas de metal en las fundiciones) eran el teatro de las más pintorescas escenas.

Por ejemplo, mientras se ministraba la cebada a las mulas, los encargados de la recua atronaban con sus gritos, repitiendo esas frases tan características del rentoy “quiero y van tres más envidos… ahí va mi dos que no llora”.

Otro mesón de menor categoría que los de San José y San Antonio, que resistió los embates del tiempo y las injurias de las tempestades, era el llamado “Del Posito”, probablemente de la palabra depósito porque en ese lugar, en los años de escasez y por orden del corregidor de nuestra ciudad, se guardaban las semillas, que se distribuían principalmente a los indios y castas.

En esta pintoresca hospedería, que era preferida por los viajeros que procedían de Ixmiquilpan, Celaya y de Querétaro, y donde, el jueves, se encontraban acomodadas en todos los corredores y pasillos las cargas de jarcia y cedazos, principal mercadería procedente de aquellos lugares.

Finalmente, mencionaremos el mesón llamado de Cruz, que en memoria testamentaria hemos visto que perteneció al propietario de la Hacienda de Sila, en la subprefectura de Ixtlahuaca, y también propietario del molino de Zapayautla, de nombre Agustín Cruz.

Anacrónicamente, pero sin el sabor que tenían los mesones de antaño en el corazón de la ciudad, testigos de otras épocas, se encuentran los mesones de San Macario y de La Ronda, en donde el castizo huésped, como antaño, entrega los petates para que pasen la noche los transeúntes paupérrimos.

Con olor a nostalgia, cabe mencionar después de este relato; el recordar que en las décadas de los 40´s a los 70 ́s la famosa casa de las Diligencias estuvo como distribuidora del refresco Sidral Mundet y el Peñafiel; así mismo en la parte alta la casa fue habitada por las conocidas y estimadas familias Estrada Valdez y Estrada Malacon y, en las décadas de los 60´s a los 90 ́s en la parte baja del inmueble en la esquina que comprende la avenida Independencia (otrora calle Real) y Juárez, el afable matrimonio Estrada Vallejo tuvo un referente negocio de regalos importados llamado las tres RRR..! donde todo Toluca podía encontrar desde un artículo de decoración importado hasta una corbata de muy buena calidad.

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Gerardo R. Ozuna

Toluca: Rescatando identidad