Mientras el mundo gira en torno a sus problemas y no encuentra el rumbo que debe seguir, el fin de semana pasado los argentinos dieron un paso en el sentido de las acciones en pro de alcanzar ansiadas aspiraciones. En las elecciones primarias de Argentina, que dicho sea de paso resultan un ejercicio interesante porque son abiertas, simultáneas y obligatorias para todos los partidos políticos, Javier Milei resultó el candidato más votado con el 30% de los votos, porcentaje que lo perfila como un gran competidor rumbo a la elección presidencial de octubre próximo, frente al candidato oficialista.
Una parte clave de esta elección es que los electores siguen optando por candidatos que no parecen alineados a los partidos políticos, los famosos outsiders, por ejemplo, Donald Trump que militó en el partido Demócrata, fue independiente y finalmente republicano, pero gana la presidencia convenciendo al electorado que su historia no tiene nada que ver con quienes tienen una larga historia de militancia partidista y forman parte de la “élite” y rompe con el esquema tradicional de los partidos políticos. Otro ejemplo, es el mismo Andrés Manuel quien militó en el PRI, en el PRD y fundó Morena, pero convenció a sus electores de no estar ligado a los cánones partidistas. Y, ¡agárrese!, Xóchitl encaja perfectamente en este esquema. Si bien se ha forjado una carrera política de la mano de Acción Nacional, nunca ha sido militante formal y sus avances han sido, la mayor parte de las ocasiones, en contra y a pesar de las cúpulas partidistas, es decir, fuera del esquema partidista del PAN y como van las cosas, ahora, además, les está haciendo la vida imposible a los morenistas.
Me centro en el tema que da título al presente texto. Continuemos con la autora que referimos la semana pasada, Erica Chenoweth, investigadora de ciencias políticas de la universidad de Harvard, quien ha estudiado la desobediencia civil y llegado a la conclusión de que ésta es la manera más poderosa para dar forma a la política mundial. A partir de sus análisis, ha concluido que basta con que el 3.5% de la población participe de manera activa en un movimiento de resistencia activa y pacífica para provocar los cambios requeridos. Pensemos en México. Según el censo de 2020, levantado por el INEGI, la población nacional es de algo así como 126,014,024 mexicanos, el 3.5% son casi 4,410,500 personas que pudieran asegurar un cambio político en el país. Paso a explicar este punto.
En el estudio que realizó Chenoweth, junto con María Stephan investigadora del Centro Internacional del Conflicto No Violento (ICNC) una organización sin fines de lucro, publicado por BBC News Mundo, compararon las tasas de éxito de las protestas no violentas frente a las violentas e hicieron una revisión extensa de la literatura sobre resistencia civil y movimientos sociales desde 1900 hasta 2006, trabajo que expusieron ante otros expertos en la materia.
La idea central de su investigación era observar los movimientos que impulsaban un cambio de régimen de gobierno. Analizaron 323 campañas violentas y no violentas, publicaron sus resultados en el libro Por qué funciona la resistencia civil, la lógica estratégica del conflicto no violento. En ese texto llegaron a la conclusión de que los casos de éxito para movimientos de resistencia civil no violenta representaron el 53%, mientras que las protestas violentas sólo alcanzaron el 26% de éxito. Los movimientos no violentos en promedio atrajeron más participantes, en promedio 200 mil, una convocatoria que representa cuatro veces la lograda por los movimientos violentos que en promedio congregaron sólo 50 mil personas. La gran conclusión: ninguna campaña no violenta fracasó después de obtener un 3.5 % de la población participando.
En la página de la organización no gubernamental Unión por las libertades civiles de Europa (Liberties) https://www.liberties.eu/es se publicó un artículo que expone diversos casos de desobediencia civil. En este texto, definen la desobediencia civil como “el incumplimiento intencionado de la ley con un objetivo social”. Citan al filósofo estadounidense John Rawls quien señala que la desobediencia civil debe ser empleada para buscar cambio en la legislación existente. Rawls tiene su propia definición de desobediencia civil: “acto público no violento consciente y político contrario a la ley, cometido habitualmente con el propósito de ocasionar un cambio en la ley o en los programas de gobierno”.
Rawls señala que es necesario identificar claramente las acciones, y asumir las responsabilidades, para demostrar el compromiso con la causa social. No descarta que en ciertos casos el anonimato puede ser fundamental para evitar represalias desproporcionadas. Jürgen Habermas, por su parte, dice que la desobediencia civil es clave en una democracia, está convencido de que si los ciudadanos infringen la ley con un fin social dice mucho de su cultura política.
La publicación de Liberties nos señala que hay varios tipos de desobediencia civil, con formas múltiples y tácticas muy diversas, pero en síntesis las clasifica en: 1. Filtración de documentos confidenciales. 2. Manifestaciones no autorizadas, que pueden ser concentraciones o protestas. 3. Bloqueos o cortes de carreteras, que generan caos, cierto, pero logran concientizar sobre las causas concretas, también incluyen la obstrucción en el acceso a infraestructura crítica. 4. Ocupación de edificios sede de los poderes públicos, universidades, estaciones de transporte colectivo, o parques. La idea central de todas estas acciones es llamar la atención sobre la causa social en cuestión.
Dejemos aquí, por hoy, la revisión de este concepto. Y como conclusión, estimadas y estimados lectores, cualquiera que sea el caso, los libros de texto gratuitos para educación básica, son un ejemplo muy vigente, si no están de acuerdo con la situación que vive nuestro país, les convoco a participar para tomar el destino en sus manos. No olviden que la política es demasiado importante para dejarla sólo en manos de los políticos. No permitamos que otros decidan por nosotros. Elementos hay muchos y estrategias varias. Muchos somos los indignados por la falta de resultados, sólo nos falta ponernos en acción, nada más, pero nada menos. Ante la polarización que aqueja al país, las y los electores se dividirán en dos, por un lado, quienes quieran premiar al gobierno por las transferencias de dinero que reciben y, en el otro extremo, quienes decidan castigar por la inexistencia de logros gubernamentales. Somos muchos quienes vemos que las cosas no están bien y que es necesario buscar un nuevo destino. ¿Y tú ya estás participando?
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.
