Hoy hablaremos un poco de un viaje por ferrocarril México-Toluca inaugurado en 1882.
Fue el cuatro de septiembre de 1882, cuando se inaugura el ferrocarril de pasajeros entre México-Toluca; comentaremos que, en un libro de notas escrito en 1883, por el licenciado Juan de la Torre, se dan pormenores del tramo citado, describiendo las estaciones y por los que atravesó la vía férrea. ¿Qué cambios notorios sufrió el camino de fierro, en el tiempo que tuvo de existencia? Hagamos hoy el viaje, y comparémoslo con el que hizo de la Torre. Desde luego que, las antiguas máquinas de vapor, sobre todo las que quemaban leña, han pasado, definitivamente a la historia. Hoy son modernas maquinas diésel las que arrastran los trenes en casi todo el sistema ferroviario del país, exceptuando el del tramo México-Toluca que hoy en día nos orgullece al contar con el tren interurbano El Insurgente (único en su tipo en el país) el cual contara con 6 estaciones Zinacantepec, Pino Suarez, Tecnológico, Lerma, Santa Fe y Observatorio. Hasta el año de 1949, el largo tramo Acámbaro-México fue de vía angosta; y desde esa fecha en adelante, es vía ancha. En el siglo XIX los vagones partían de la estación Colonia. Este punto de arranque en la actualidad ya no existe; el tren sale hoy de la estación Buenavista. La estación Colonia era un edificio construido todo de piedra, con la clásica arquitectura de las viejas estaciones ferroviarias de los Estados Unidos.
De la estación Colonia pasaban los convoyes a Tacuba; el paradero no ha cambiado gran cosa, Tacuba no formaba en ese entonces, parte de la ciudad de México, tenía rango de villa, y la separaba cuatro kilómetros de la capital. De Tacuba se pasaba a la estación de Naucalpan; no existiendo huella de un empalme, o sea de un cruce de vías, el de un antiguo trazo proyectado hasta la bella Toluca, y que solo se pudo llegar a un paraje denominado Los Cuartos. Ni soñar, ni pensar en que Naucalpan llegaría a ser el importante centro industrial que hoy en día es. De Naucalpan pasa la ferrovía a Río Hondo. Desde el siglo antepasado existe aquí una fábrica de hilados y tejidos, movida por fuerza hidráulica; el tramo Rio Hondo-Dos Ríos, es uno de los más pintorescos de todo el trayecto, pasa la vía por más de veinte puentes; y las barrancas, tajos y montañas, le otorgan el rango de ruta escénica. En las diferentes épocas del año, las laderas de los montes, los bordes de las barrancas y los tajos, se cubren de hermosas flores silvestres. En el mismo tramo se encuentra el pueblo de San Bartolito, diminuto, apretado y pintoresco; por encima del rebaño de sus casas blancas con techumbres de teja, sobresale su templo, como una obra de confitería.
San Bartolito se antoja como uno de esos pueblos alpinos, que vemos en las estampas de los ferrocarriles suizos. El primero tenía 140 metros de longitud, y 34 de altura. En la obra México Pintoresco, de Manuel Rivera Campas, se admiran litografías de estos dos viaductos, que dan idea de las dificultades que hubieron de vencerse, para abrir al tráfico la ruta férrea México-Toluca. El viaducto del Laurel era curvo, y tenía ochenta y cinco metros de longitud y 32 de altura. El de San Francisquito fue sustituido por un túnel, que desapareció al ser ensanchada la vía en 1949, y el Laurel, por un terraplén. El túnel de San Martín es uno de los más largos de la República; atraviesa el cerro del mismo nombre. Tiene 254 metros de longitud y solo aventaja unos de la ruta de Veracruz, que tiene 264 metros. Han ocurrido muchos accidentes a la entrada y salida de este túnel.
El ascenso a la montaña principia en Río Hondo y concluye en la parada La Cima, el lugar más alto 3,041 metros sobre el nivel del mar, por donde pasa el ferrocarril. Empieza aquí el descenso hacia el Valle de Toluca, teniendo como la siguiente parada la denominada como Salazar, muy importante en los primeros años del siglo XX. Hubo allí Casa de Máquinas, o sea lugar de reparación de locomotoras. La fuerte pendiente que hay entre Maclovio Herrera y La Cima, hizo necesario, durante muchos años, el auxilio de locomotoras que ayudarán a otras, a salvar el terreno montañoso. De Salazar partían esas máquinas, llamadas maromeras, hasta Dos Ríos, para socorrer a los trenes de carga y de pasajeros que venían de México. Y desde Monclovio Herrera hasta La Cima, jalaban también otras máquinas, los trenes que hacían el recorrido de Toluca a la capital.
Poco después de Salazar se pasa por la cañada de Tres Peñas, llamada así por tres rocas alargadas, a modo de menhires (bloque de piedra monolítico y prismático realizado en granito o en otro tipo de roca e hincado en el suelo, que este es el caso) que se levantan a la orilla de un arroyo. Por cierto, que en este lugar han buscado, infructuosamente, el tesoro de Pedro el Negro, asaltante de las personas que llevaban a México, plata de las minas de Zacualpan y Temascalpec. Cerca de las tres Peñas se encuentra el paraje denominado Carretera, aquí cruzaban antes carretera y ferrocarril, pero en vista de los numerosos accidentes que en este lugar se registraban, hubo un guarda-crucero, que advertía a los automovilistas el paso de los trenes, hoy en el mismo lugar se encuentra un paso a desnivel. Jajalpa sigue igual que el siglo antepasado, el casco de la hacienda de ese nombre, que se mira al sur del parador, con su minúscula capilla pintada de color de rosa, no ha cambiado. En Ocoyoacac no hay estación de bandera, apenas un refugio para los pasajeros, por cierto muy hermosa. La parada siguiente, Maclovio Herrera, no existía cuando el ferrocarril fue inaugurado; aunque con otro nombre, entró en servicio cuando estuvo en auge la hacienda de don Ignacio de la Torre.
Otro paradero que no ha cambiado mucho es el de Lerma. Lo que sí ha modificado radicalmente es el paisaje; apenas hace unos cuantos años, el ferrocarril pasaba en medio de la ciénaga (lugar o paraje lleno de cieno o pantanoso) a uno y otro lado del terraplén, se contemplaban los tulares, y las acequias rebosantes de lentejuela y juncos acuáticos. Ya no se embarcan de Lerma, los gruesos rollos de petates, ni los sillones de tule y los bausanes, tamaños como de un hombre. De Lerma a Toluca, la transformación ha sido completa, en lugar de sembradíos, vemos el surgimiento de una imponente zona industrial, que crece y sigue creciendo. En esta transformación, que tanto auge económico está llevando a Toluca, desempeña un papel importante el ferrocarril. Ya no vemos hoy, correr por el amplio valle, las viejas locomotoras de vapor, que iban dejando un amplio penacho de humo, sino las modernas locomotoras diésel. La industrialización del valle de Toluca, es una de las contribuciones de los Ferrocarriles Nacionales, el progreso de México.