La escasez de agua en el Estado de México ya no es una advertencia, se ha convertido en una realidad amenaza que urge acciones inmediatas. Millones ya padecen, pero puede ser más.
La Comisión del Agua del Estado de México (CAEM) lanzó un mensaje, que debe ser captado por la propia población para también cuidar el líquido: si persiste la sequía, podríamos alcanzar el “día cero”, que es el punto en el que ya no habrá posibilidades de se extraer agua de los tres principales embalses que abastecen el centro del país, sin comprometer la operación del sistema hidráulico federal.
Estamos hablando del Sistema Cutzamala con sus tres principales presas dotadoras: El Bosque, ubicada en Michoacán; Valle de Bravo, con severos problemas de extracción por las lagunas privadas que no ha podido ser detenido por ningún gobierno municipal, ni estatal, ni federal, y Villa Victoria ambos en el Estado de México.
Actualmente, sus niveles de almacenamiento se encuentran entre 40 por ciento y 65 de su capacidad, lo que no representa aún un nivel preocupante, considerando que Valle de Bravo llegó a bajar a menos de 30 por ciento, pero sí genera altos niveles de vulnerabilidad ante lo que podría ser un estiaje prolongado.
De acuerdo con la CAEM, la sequía severa comenzó en 2020, y podría extenderse hasta 2027.
Este es un tema sumamente preocupante que de alguna manera se hace más grave con la renuncia del titular de la Secretaría del Agua, de Pedro Moctezuma Barragán, quien verdaderamente era un experto, y en uno de los momentos más duros para la situación hídrica del Estado de México. Hasta ahora, no se ha nombrado titular y no se ha presentado a alguien que pudiera asumir la titularidad de un área tan sensible en estos momentos. Tendría que ser alguien que realmente sepa del tema.
El impacto de la crisis del agua es palpable en territorio mexiquense desde hace varias décadas. Colonias enteras, en municipios de la zona conurbada a la Ciudad de México, como Ecatepec, Nezahualcóyotl, Tultitlán y Chimalhuacán, Tlalnepantla, Naucalpan, y más, enfrentan cortes del suministro o dependen de camiones cisterna, incluso ya se lucra con el agua. Se han encontrado tomas clandestinas para venderla a altos precios.
Las protestas vecinales por la falta de agua se han hecho cada vez más frecuentes, al grado de cierres de vialidades fundamentales, y refleja el hartazgo de la población que vive con la escasez cada día.
Alcaldes van y vienen y las soluciones no llegan. Sólo son paliativos, como el tandeo, pipas (que la mayoría de las veces se las venden). Les prometen y les prometen obras para acabar con el problema, pero muchas de esas acciones no se ven, no son de relumbrón (como se les conoce) y no dejan votos, así que lo dejan para después. O hay quienes han hecho su negocio propio.
El Estado de México se ha convertido en el centro de atención de la presidenta Claudia Sheinbaum. La gobernadora Delfina Gómez tiene en sus manos, con todos los recursos que se van a enviar a los 11 municipios de la zona oriente, lograr una verdadera transformación. Cambiar la vida de millones sería posible, pero para ello las y los alcaldes deben poner de su parte.
Puede ser la entidad el modelo de gestión del agua con una visión integral, técnica y social o puede seguir de crisis en crisis con gran desabasto y el clamor social cada vez más elevado.
Aún hay tiempo para evitar el “día cero”, pero con disposición de gobiernos y ciudadanos, coordinación, inversión en infraestructura, y una población participativa.
Está en juego la disponibilidad del agua, la gobernabilidad y la salud y dignidad de millones de personas.