El día de hoy quiero escribir sobre uno de los temas que más ha incidido en la agenda pública de los últimos meses: la comunicación política. Esto lo retomo como parte de los trabajos que realizamos en la Subsecretaría de Desarrollo Político cada quince días con la organización de Mesas de Análisis y Opinión. Nuestro propósito es dotar a la ciudadanía de herramientas y elementos analíticos vanguardistas en torno a la cultura política, que permita ampliar el panorama democrático y contribuir a la comprensión del contexto sociopolítico de México frente a la nueva realidad nacional.
El pasado jueves 20 de agosto convocamos a un panel con personalidades expertas en comunicación para charlar sobre la relación entre los medios de comunicación, el gobierno y la sociedad, nos acompañaron: el maestro Ricardo Joya Cepeda, quien preside la Academia de Periodismo y Comunicación Social de la Sociedad Mexicana de Estadística y Geografía del Estado de México; el doctor Guillermo Deloya Cobián, analista del canal de televisión ADN40 de TV Azteca, y la licenciada Diana Mancilla Álvarez, Directora Corporativa de este Portal de Noticias, DigitalMex.
En los poco más de setenta minutos que duró nuestra Mesa de Análisis, tratamos de entender el rol de los medios de comunicación como parte inherente de la democracia, al ser informantes de primera mano y responsables de generar contenidos en un contexto de posverdad.
Inicialmente, este concepto lo definimos como “el fenómeno que se produce cuando los hechos objetivos tienen menos influencia en la opinión pública, frente a aquellos que apelan a la emoción y a las creencias personales"; para profundizar más sobre éste concepto, les invito a leer mi columna del día 10 de octubre del año pasado, misma que titulé “La posverdad: el arte de ver lo que nos gusta ver”.
En el mismo sentido, la Fundación del Español Urgente (Fundéu) señala que la lengua suele ser muy precisa; sin embargo, el prefijo post de la palabra posverdad no encierra su sentido habitual de posterioridad (como ocurre por ejemplo con el término posguerra), sino que da el sentido de superación del concepto designado, como sucede con la expresión posindustrial. En este sentido, la Fundéu argumenta que la verdad ha sido desplazada o ha perdido relevancia frente a otro sector: la emoción.
Bajo este tenor, iniciamos las participaciones de la mesa con el cuestionamiento referente a la sinergia existente entre los medios de comunicación tradicionales y las redes sociales, siendo estas últimas favorecidas por la facilidad de uso y la velocidad de difusión de sus contenidos. Pero al mismo tiempo, este hecho retrasa el ejercicio periodístico en busca de información noticiosa veraz y confirmada, toda vez que la viralización de alguna nota de coyuntura carece de mecanismos de verificación objetivos y es aceptada sin miramientos por los consumidores de información, o bien, desmentida por los protagonistas de la misma.
Por su parte, coincidimos en que la revolución digital que atravesamos, es el vehículo que acerca los espacios de comunicación, siendo un factor importante para generar una democracia más deliberativa y más participativa, nutrida por información de consumo inmediato. Sin embargo, esto no significa que a mayor información, tengamos a nuestro alcance mayor calidad de la misma, dado que, como mencionamos, resulta casi imposible hacer una verificación de todas las fuentes de las cuales proviene cada pieza noticiosa.
Ante este escenario, nuestros invitados mencionaron que resulta de primordial importancia que las instituciones, tanto públicas como privadas, regresen al diálogo bilateral con quienes hacen comunicación profesional, con los periodistas de medios formales; en aras de fortalecer un esquema de participación conjunta que les permita ser los primeros difusores de la información política nacional y, con ello, disminuir el impacto de confusión noticiosa o de noticias falsas que impera en las redes sociales.
En conclusión, para ser consumidores y reproductores de la comunicación política, debemos habituarnos a consultar varias fuentes que incluyan aquellos escenarios que disten de nuestros propios dogmas. Es decir, adoptar como tarea cotidiana la verificación de datos y considerar a los medios tradicionales de renombre como nuestra principal fuente de información, con la intención de reducir la fuerza de las emociones frente a la objetividad de los hechos y, al mismo tiempo, retomar el valor de la verdad como elemento catalizador para robustecer nuestra democracia.