El caudillo inmortal. La muerte de Emiliano Zapata y su legado.

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El caudillo inmortal. La muerte de Emiliano Zapata y su legado.

Viernes, 11 Abril 2025 00:10 Escrito por 
Juan Manuel Pedraza Velásquez Juan Manuel Pedraza Velásquez Ecos del Pasado

zapata

Un 10 de abril de 1919 fue asesinado en la Hacienda de Chinameca, Morelos, Emiliano Zapata Salazar, caudillo revolucionario y uno de los principales artífices e ideólogos de la base social de la Revolución Mexicana. Su leyenda va más allá de la historia misma, a tal grado de tener tintes casi míticos y ser representado en varias novelas, historietas y hasta en películas de Hollywood como Viva Zapata, donde fue interpretado por Marlon Brando. Sin embargo, la muerte de Zapata se dio en medio de circunstancias turbias donde altas esferas de poder se vieron inmiscuidas en el magnicidio.

Emiliano Zapata nació un 8 de agosto de 1879 en San Miguel Anenecuilco, en el estado de Morelos, una entidad dominada en gran medida por los intereses de los poderosos terratenientes y empresarios, principalmente ligados al cultivo de la caña de azúcar. Miles de campesinos fueron despojados de sus tierras para favorecer a los grandes capitales. En este contexto, desde 1909 Zapata se involucró en la defensa por los derechos de los campesinos. Un año después, Zapata se unió al movimiento de Madero, buscando siempre la restitución de tierras a los campesinos despojados.

La caída del dictador no significó la inmediata restitución de las tierras, por lo que Zapata combatió contra los gobiernos de Madero, Victoriano Huerta y Venustiano Carranza. En el año de 1916, mientras el villismo era derrotado en las célebres “Batallas del Bajío”, el general Pablo González implementó una estrategia para terminar con el zapatismo en el sur, principalmente en los estados de Puebla, Morelos y la zona sur-oriente del Estado de México. La campaña del general González fue, hasta cierto punto, exitosa, más no definitiva, ya que el principal caudillo del sur seguía en pie de lucha.

En el año de 1919, Zapata estaba en una posición muy difícil, aislado militarmente y sin ninguna posibilidad de triunfo. El general Zapata buscaba aliados de forma desesperada, incluso dentro de las mismas filas del carrancismo. En ese contexto entra el personaje clave de nuestra historia, el coronel Jesús Guajardo. Guajardo, un militar carrancista de muy mala fama dentro de las filas del ejército, había nacido en el norte del país y era uno de los oficiales bajo el mando del general Pablo González.

Un muy aciago día para Guajardo, el general González lo manda a inspeccionar una zona donde se notificaron incursiones zapatistas. En lugar de eso, Guajardo entró a una cantina a emborracharse plácidamente. Esta falta de responsabilidad y de respeto fue descubierta por Pablo González, quien inmediatamente apresó a Guajardo por desacato. Mientras Guajardo estaba en la cárcel, Zapata le propone una alianza en una misiva. Esta carta fue interceptada por Pablo González, quien ve la oportunidad perfecta para acabar definitivamente con el líder suriano. La trampa consistía en que Guajardo aceptara una supuesta alianza con el zapatismo, para posteriormente emboscar y matar a Emiliano Zapata. Guajardo, pusilánime como siempre, aceptó ser parte de este plan para salvar su vida.

A principios de abril de 1919, Guajardo tiene un intercambio de correspondencia con Zapata, proponiéndole una alianza militar. Zapata, quien era desconfiado por naturaleza, le pide tres pruebas de fidelidad a Guajardo: desconocer al gobierno de Carranza, tomar la localidad de Jonacatepec y fusilar a 50 hombres del general Victorino Bárcenas, militar traidor al zapatismo. Guajardo cumplió todas las pruebas al pie de la letra y, de esta forma, se ganó la confianza de Emiliano Zapata.

Es necesario señalar que en este macabro plan tuvo anuencia no sólo del general González, sino del propio presidente Venustiano Carranza, quien en todo momento estuvo informado sobre los movimientos de Guajardo y Zapata, también de cómo se ejecutaban, una por una, las pruebas de fidelidad que Zapata le había impuesto al traidor Guajardo. En todo momento, el Estado mexicano fue partícipe de este complot para asesinar a uno de los líderes populares más emblemáticos de la Revolución Mexicana.

Finalmente, el 10 de abril de 1919, Guajardo citó a Zapata en la Hacienda de Chinameca, en Morelos, para entregar 5,000 cartuchos. Zapata, receloso como siempre, sube a la famosa “piedra encimada”, lugar estratégico en el cerro de Chinameca, para ver si había fuerzas federales. Al ver que no había peligro, Zapata bajó a su fatal destino. A las 14:00 horas aproximadamente, Zapata entró a Chinameca; los hombres de Guajardo tocaron el clarín tres veces, en señal de honor. Al llegar al portón de la hacienda y al apagarse el sonido del clarín, los hombres de Guajardo dispararon inmisericordemente, apagando por completo la vida del líder agrarista.

Esa misma tarde, Guajardo llevó el cuerpo de Zapata a lomo de caballo hasta Cuautla, donde fue exhibido durante un día en el antiguo palacio municipal. El cuerpo fue visto por militares, periodistas, curiosos y simpatizantes, quienes observaban atónitos el cadáver de su héroe. Debido a la “hazaña” de Guajardo, Carranza lo nombró general de división y le otorgó un premio de 50 mil pesos. Empero, ante la muerte de Zapata surgió la leyenda y luego el mito.

El pueblo sabía que Zapata era inteligente, astuto y desconfiado, por ende, a la gente se le hizo imposible que el líder suriano haya caído en una trampa tan simple. De boca en boca surgieron varias leyendas populares: que fue sustituido por un doble que ocupó su lugar; que escapó al cerro del Tepozteco con otra mujer; que huyó a ¡Arabia Saudita! donde vivió tranquilo el resto de sus días; incluso gente de Cuautla afirmó verlo recorrer por las noches las calles del municipio montado en su caballo blanco. Lo cierto es que la propia familia de Zapata corroboró su muerte. Es ahí donde nació la leyenda y el héroe revolucionario.

Emiliano Zapata no sólo forma parte de nuestra historia, es un auténtico héroe popular que encarnó todas las demandas e injusticias de un pueblo en desgracia. Su figura dio voz a las demandas agrarias del campesinado y encaminó la Revolución hacia una auténtica transformación social. La figura de Zapata aún vive a través de los movimientos sociales y las injusticias que aún persisten en este país. Cada 10 de abril, Zapata nos recuerda que otro México es posible.

Por Juan Manuel Pedraza, historiador por la UNAM.

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