Cada que llegan las fiestas patrias, es inevitable mencionar a grandes próceres que dieron su vida por una causa que terminó transformando las estructuras sociales, económicas y políticas de México: Miguel Hidalgo, José María Morelos, Ignacio Allende, Juan Aldama, entre otros. La participación femenina en la gesta independentista ha quedado reducida a unos cuantos nombres de mujeres ilustres que tuvieron un papel notorio en los libros de historia patria; los más importantes fueron Leona Vicario y Josefa Ortiz de Domínguez.
Sin embargo, más allá de esos nombres —por demás importantes según la visión de Estado— subyacen millones de mujeres cuyo papel fue relevante en la historia. Millones de madres, esposas e hijas unieron sus esfuerzos para promover una causa justa. En este contexto, existieron varias protagonistas cuyas historias fueron eclipsadas en aras de engrandecer las proezas de un martirologio que trascendió en los libros de texto. A continuación, rescataremos los episodios más importantes de tres de ellas.
Primeramente, mencionaremos a María Tomasa Esteves y Salas, de quien se conoce muy poco sobre sus primeros años. Se sabe que nació en la villa de Salamanca, Guanajuato, en 1788. Cuando Miguel Hidalgo inició su insurrección en el pueblo de Dolores, muy pronto la noticia llegó hasta Salamanca, donde doña Tomasa y su marido la recibieron con agrado; en poco tiempo se enrolaron en las filas insurgentes para defender la causa nacional. Empero, en los primeros años de lucha, el esposo de doña Tomasa fue abatido en batalla.
La muerte prematura de su marido no minimizó los ánimos de lucha de Esteves; ella duplicó sus esfuerzos para la causa insurgente al atender a los heridos y caídos en combate, y al apoyar en la logística de los campamentos. Pero su labor más importante fue convencer a personas de desertar del bando realista y atraerlos a la causa insurgente, valiéndose de su astucia, inteligencia, sagacidad y encantos, ya que, según las fuentes de la época, ella era “una mujer de agraciado semblante, de maneras finas y delicadas, de nobles y destacados sentimientos, modesta en el vestir”.
Su labor en favor de la causa insurgente le valió el mote de “la seductora de la independencia”. Las acciones de Esteves no pasaron desapercibidas para el bando realista; en un parte militar escrito por Agustín de Iturbide se menciona que Tomasa Esteves “fue la principal agente en procurar la deserción que considerablemente se ha verificado”. Debido a sus acciones, Esteves fue capturada y pasada por las armas el 9 de agosto de 1814 en Salamanca. Para que sirviera como ejemplo y escarmiento a otras mujeres de la localidad, su cabeza fue expuesta en la plaza pública de la mencionada villa.
Otra figura de la independencia, cuyo ejemplo sorprende por su valor y astucia, es Manuela Medina, mejor conocida como “La Capitana”. Manuela Medina nació en el pueblo de Taxco, actual estado de Guerrero, en 1770. Según fuentes de la época, doña Manuela era “una mujer alta, fuerte, de largas trenzas negras y ojos color aceituna”, aunque se disponen de pocos datos sobre su familia y descendencia. Al igual que otros de sus contemporáneos, cuando el cura Hidalgo inició su insurrección, doña Manuela se unió de inmediato a la causa insurgente.
Cuando Manuela Medina se enteró de que José María Morelos estaba en la región del sur por una comisión de Hidalgo, inició un viaje de varios cientos de kilómetros para reunirse con el general insurgente y ayudarlo a tomar el preciado puerto de Acapulco, hazaña que se consumó en abril de 1813, hecho por el que se le otorgó el grado de capitana. Con la muerte de Morelos, Manuela continuó su lucha insurgente hasta 1821, año en que se consumó la independencia, aunque nunca estuvo de acuerdo con los ideales de Iturbide. Murió en 1822 en su casa de Texcoco.
Por último, pero no menos importante, tenemos a Gertrudis Bocanegra, quizás la más conocida de las tres heroínas presentadas en este breve escrito. Gertrudis Bocanegra nació en Pátzcuaro, Michoacán, el 11 de abril de 1765. Fue hija de Pedro Xavier Bocanegra, comerciante español de buena posición económica, y de María Feliciana Mendoza, mujer mestiza descendiente de un cacique indígena. En 1810 se unió a la causa independentista ayudando a Manuel Muñiz, comisionado de Hidalgo, para apoderarse de la zona de Pátzcuaro.
Su hijo y esposo murieron en la batalla del Puente de Calderón, una famosa derrota insurgente a las afueras de Guadalajara. La muerte de sus seres queridos no mermó sus esfuerzos independentistas: Gertrudis participó como portadora de correo, traficante de información, suministró víveres y recursos al movimiento e informó los movimientos realistas en Pátzcuaro y zonas aledañas. Las hazañas de Gertrudis no fueron bien vistas por los realistas, quienes la capturaron y fusilaron en Pátzcuaro el 11 de octubre de 1817.
Cabe señalar que Gertrudis Bocanegra, Manuela Medina y Tomasa Esteves no son las únicas mujeres insurgentes ni tampoco las más relevantes; por todo el orbe novohispano hubo esfuerzos similares a los que ellas realizaron. La participación femenina en la guerra de independencia fue activa y trascendental. A lo largo de once años de lucha, la mujer novohispana hizo sus esfuerzos en aras de ver consumados los ideales de Hidalgo y Morelos.
Hoy en día, el estudioso de la historia debe revalorar el papel de la mujer en la lucha de independencia, porque, además de existir heroínas que hicieron esfuerzos monumentales y trascendieron entre las tropas, no debemos olvidar que en la gesta independentista participaron millones de mujeres que día a día acompañaban a sus familias, procurando la manutención, alimentación de la tropa, limpieza de los campamentos, entrega de mensajes de correo y muchos otros esfuerzos logísticos. Como ya se ha aseverado en otras ocasiones en esta columna, podemos afirmar que la independencia fue posible gracias a los esfuerzos de la mujer novohispana.