La obra imperecedera de José Vicente Villada; que Villada fue un gran gobernador no se discute. En la medida en que los años pasan, la obra de quienes vinieron después de sus verdaderas dimensiones a la gestión que ya en su tiempo era combatida por los que integraban la “buena sociedad de Toluca”. Ante la decimonovena Legislatura, el dos de enero de 1901, comentaba el estadista: “Someto mi mensaje a vuestro alto criterio, pues, aunque no acuse progresos ruidosos ni adelantos notables, revela, si, constancia, trabajo, voluntad firme y resuelta para hacer el bien que me es posible a este Estado tan culto y patriota. A vosotros que vais a tener la honra de representarlo en la primera Legislatura del siglo XX, corresponde poner los cimientos de su prosperidad en la centuria que empieza, para que en ella recoja la dicha que sembraron en la gloriosa jornada que acabamos de rendir, sus hijos esclarecidos e inmortales: los sabios estadistas que la gobernaron, y los nativos héroes que la defendieron”. Eso decía el general Villada, pero obviamente los legisladores de 1901 no fueron los que pusieron el cimiento en la prosperidad del estado que, diez años después, conocía las convulsiones de la Revolución Mexicana opuesta al porfirismo.
Escuelas: Villada, informaba que el gobierno había adquirido una parte del ex convento de la Merced y había sido entregada a la Sociedad Artística y Regeneradora que presidia el ingeniero Anselmo Camacho, para atender los problemas del artesanado que entonces era la capa destacada socialmente, como son ahora los obreros. Además, existían 1,027 escuelas oficiales con una matricula de 50,269 alumnos, de los cuales terminaron al año escolar 35,256.
Los alumnos aprobados fueron 25,256, los libros de texto se distribuyeron gratuitamente para todos los alumnos y para el efecto se hizo un pedido a Francia. Las escuelas eran dotadas con muebles que se fabricaban en talleres del gobierno.
Enseñanza superior: según informaba el general Villada, en el Instituto Científico y Literario Porfirio Díaz, que entonces dependía totalmente del gobierno, se inscribieron en al último año del siglo XIX, 160 alumnos. Se verificaron 314 exámenes, 283 preparatorianos y 31 profesionales. La clase de geografía fue enriquecida con varias cartas murales que ahora hoy en día ni se conocen; el gabinete de física con aparatos comprados en Estados Unidos de Norteamérica; el de química con útiles y sustancias; las cátedras de dibujo y esgrima con algunos objetos que les eran necesarios; la biblioteca con 83 volúmenes escogidos que agregados a los 570 que existían a finales de 1899, daban un volumen de 653. En la escuela de Artes y Oficios tan querida por el general Villada, había 212 educandos de los cuales solamente dos fueron reprobados.
“Me es grato dar termino a esta parte de mi mensaje manifestando que el mas halagador elogio que puede hacerse al estado en que se encuentran nuestros planteles oficiales, son las frases de encomio (deseo de ayudar altruistamente) que les consagran todas las personas que los visitan y que de consumo expresan su complacencia por la organización que los caracteriza, el orden y el progreso que en ellos se nota”. En efecto, después de los tiempos del general Villada la educación publica en el estado, bajo singularmente.
Óbito: Villada murió el 6 de mayo de 1904. No pudo percibir el empuje que ocultamente adquirían nuevas fuerzas que exigían nuevas soluciones a problemas diferentes; pero su gran labor con justicia merece el recuerdo y la gratitud de las generaciones.
¿Por qué sobrevive la obra del general José Vicente Villada?
¿Como era nuestra entidad?
Antes de que ingresara al gobierno del estado el general Villada, nuestro territorio había sufrido desmembraciones importantes. En 1849, con los distritos del sur, se erigió el estado de Guerrero; en 1862, la intervención francesa que creo tres distritos militares sentó las bases para que perdiéramos la municipalidad de Calpulalpan, que hoy es de Tlaxcala. En 1869, se erigieron a costa del Estado de México, los de Morelos e Hidalgo. Se decía en la época de Villada que la extensión superficial de nuestro territorio era de 26,071 kilómetros cuadrados; pero parece que, en realidad, por errores de medida explicables, solamente eran 21,414 kilómetros cuadrados los que comprendía todo el estado.
Esta vasta extensión que se menciona se encontraba distribuida entre 313 haciendas, 852 ranchos y 18,099 terrenos, siendo el valor total de la llamada propiedad raíz de $19,771,032.48.
En cambio, la llamada propiedad urbana se calculaba apenas en $5,307,771.41. quiere lo anterior decir que la riqueza más grande la constituían las haciendas, los ranchos con extensiones no mayores de 200 hectáreas, y los minúsculos pedazos de tierra de “común repartimiento” o “solares” de propiedad particular.
La industria estaba representada, hacia 1886, tres años antes de que llegara el general Villada, por 28 fábricas de aguardiente de caña, una máquina de aserrar maderas, dos fábricas de cerveza, 8 de hilados y tejidos de algodón y lana, 9 de jabón, 2 de vidrio, 4 molinos de aceite, 28 molinos de trigo y una fundición de hierro. La población, que ascendía a 710,579 personas, según el informe del general Juan N. Mirafuentes, en su mayoría y según la arbitraria clasificación que entonces se usaba, era indígena, pues de la llamada “raza blanca” solamente había 41,450 personas en el estado; e indígenas que hablaban los distintos dialectos que predominaban en el estado, se calcularon en 423,425. La población indígena, cuando no vivía en calidad de siervos de las haciendas, “peones acasillados” se dedicaba a cortar madera, hacer metates, tejer petates, fabricar cal, etc. A toda esa gama tan interesante que en el estado se ha dado en llamarle “industrias típicas” o de “arte popular”.
Unos años antes, la iglesia católica era dueña de más de las tres cuartas partes del estado y su predominio era tal que existe un manuscrito donde un indio, vecino de Toluca, en el año de 1769 dejaba sus jarros a la iglesia de San Francisco, para que con el remate de ellos se le dijera una misa por el descanso de su alma. La Gavia, Jalmolonga, San Nicolás Peralta, Santa Catarina, etc.; eran antes 1857 latifundios eclesiásticos. La lucha de los hombres de la Reforma y la victoria de los juaristas contra la Intervención Francesa hizo que los latifundios cambiaran de manos, pasando a poder de laicos, como don Ignacio de la Torre y Mier, Riva y Cervantes, García Icazbalceta, Torres Adalid, etc.; pero sin que se suprimiera el monopolio de la tierra.
Este monopolio era combatido principalmente, por las antiguas comunidades indígenas y del Valle de Toluca era el escenarios más importante de la lucha de los pueblos por reconquistar sus ejidos, siendo conocida la infatigable labor jurídica que llevo a cabo el ilustre abogado calimayense, Prisciliano María Díaz González, constante defensor de las pretensiones de los pueblos indígenas de esta parte del estado, en pugna siempre con los llamados “condes del valle de Santiago de Calimaya” que eran descendientes de un primo hermano de Hernán Cortés.
Don José Vicente Villada no pertenecía a las clases coloniales tradicionalmente dueñas del poder de nuestro país. Nació en el hogar de una patriota y muy niño quedo huérfano. Su primer intento fue convertirse en artesano aprendiendo el oficio de tipógrafo. La guerra y su patriotismo lo hicieron que se transformara en un esforzado soldado de la Reforma y conoció a los más ilustres hijos de Toluca, que peleaban contra el clero, contra la Intervención y por la Reforma. De ellos en otras ocasiones se recuerdan a Berriozábal, José María Hernández, Agustín González Fuentes, Jacobo González y el más distinguido de todos por su juventud y firmeza Plutarco González.
Villada no fue partidario de los hombres de Tuxtepec y en los primeros tiempos del gobierno de Díaz estuvo alejado de la política dedicado al periodismo en su imprenta que estableció en la calle de Arco de San Agustín número 5, en la cual editaba todas las obras que le parecían apropiadas para difundir las ideas de la democracia y del progreso. Díaz, hábilmente lo atrajo y lo nombro, tal es la palabra, senador de la Republica, exaltándolo más tarde a gobernador del Estado de México. Aquí llevo la obra más perdurable, que ha pretendido ser imitada nada más. No se puede entender ahora en detalles de cómo disemino el progreso y que hizo para facilitar la transformación de nuestro estado en una región con menos miseria, pero nos remitimos a las palabras que se encuentran impresas en su Memoria de la Administración Pública que corresponde al cuatrienio 1889 a 1893; donde dice “El gobierno ha procurado otorgar franquicias a los industriales y a los comerciantes; fomentar la agricultura provocando la explotación de frutos enteramente nuevos para nuestro suelo en sus diversas zonas; inculcar en los adultos el principio de amor al trabajo y despertar en los niños los más nobles y levantados sentimientos”.
Las cárceles, el Instituto, la asistencia pública tuvieron en Villada el mejor impulso y sobre todo encontraron un estadista de tipo moderno, anti feudal y progresista.
Se hablará en otro momento de cómo algunos latifundios se fueron transformando en empresas de tipo capitalista; pero hoy subrayamos, el hecho de que Villada fue el primer gobernador que procedía de las capas no feudales del estado, que encontró el ambiente preparado por el incipiente desarrollo capitalista que entonces se apuntó en todo el país.
Por haber sido un precursor y un hombre metido en la historia y en la realidad; gobernante “burgués”, en el sentido más justo de la palabra, perdura su recuerdo. Tenía un programa claro sobre la destrucción del pasado colonial.
Villada fue el creador de la Escuela Rural en el estado, como otros, en buscar la solución al problema de la educación indígena, con tanta claridad, que se dan a conocer los esfuerzos hechos para que las grandes masas indígenas del estado contaran con maestros que hablaran el idioma de los indígenas. Extendió la red de telégrafos y teléfonos y dio un impulso muy grande a la educación de la juventud. No es accidental que en su administración se haya dado un impulso muy grande a la enseñanza artesanal y a los oficios, creando una escuela que ya tiene una tradición muy importante.
La obra de Villada sobrevive, pues, porque es el primer intento, el único intento, por solucionar los problemas fundamentales del Estado de México: su atraso económico derivado de su atraso agrícola. Villada perdura porque fue un revolucionario en el sentido de que lucho por desenvolver el progreso en el estado.
Gustavo G. Velázquez.