El Sitio de Querétaro, donde el sueño imperial se hizo añicos.

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El Sitio de Querétaro, donde el sueño imperial se hizo añicos.

Viernes, 14 Marzo 2025 00:04 Escrito por 
Juan Manuel Pedraza Velásquez Juan Manuel Pedraza Velásquez Ecos del pasado

 

juan manuel columna

 

Querétaro en el siglo XIX.

El mes marzo de 1867 fue un momento histórico en el cual se desarrolló una batalla que decidió el rumbo de una república entera y su paso a la historia: el Sitio de Querétaro. El efímero imperio del archiduque Fernando Maximiliano había llegado a su fin después de varios altibajos y poco menos de tres años de gobierno. Las fuerzas republicanas de Mariano Escobedo sitiaron la ciudad de Querétaro, último reducto de las fuerzas imperialistas quienes, de acuerdo con las crónicas de la época sin importar el bando, defendieron la plaza con excesivo valor, pero al final todo ese esfuerzo no valió la pena, porque el 15 de mayo de 1867 el emperador caía preso ante las fuerzas del general republicano Escobedo.

Antes de llegar al fatal desenlace es necesario ver el contexto histórico de esta caída anunciada. Pese a la superioridad numérica y militar, las guerrillas republicanas ofrecieron una tenaz resistencia en todo el territorio, siendo imposible para el ejército francés controlar el vasto suelo mexicano, gastando cientos de millones de francos en el proceso. A mediados de 1866, presionado por la opinión pública francesa y el impresionante avance del ejército prusiano en Austria, Napoleón III ordenó el retiro paulatino de sus tropas de territorio mexicano, dejando al ejército imperial en una situación crítica.

Para enero de 1867, de acuerdo con el correo republicano, quedaban unas partidas de conservadores e imperiales en Querétaro y Guanajuato, sabiendo esto, los generales más importantes del ejército conservador se apresuraron a dirigirse a Querétaro, para jugarse ahí el destino de su precario imperio. En marzo de 1867, confiado en la victoria, el general Escobedo decidió poner sitio a la ciudad para terminar de esta forma con un largo proceso de transformaciones en nuestro país, el cual comenzó en 1855 al concluir la segunda dictadura de Antonio López de Santa Anna.

Las hostilidades comenzaron un 6 de marzo de 1867, cuando las fuerzas de Escobedo pusieron cerco a la ciudad, comenzando una larga agonía para los imperialistas. Los primeros ataques fueron totalmente infructuosos para las fuerzas de Escobedo siendo rechazados en varias ocasiones, merece especial mención el rechazo de las fuerzas conservadores en el Convento de la Cruz, cuartel general del emperador. El general Leonardo Márquez, decidió ir por refuerzos a la Ciudad de México para ayudar a las fuerzas del emperador, al enterarse de que la ciudad iba a ser tomada por Porfirio Díaz decidió defenderla sin éxito alguno. Leonardo Márquez escapó de ahí y nunca más regresó a Querétaro.

Pese a los combates feroces y las constantes bajas por ambos bandos, por el lado republicano corrían rumores de optimismo. El propio presidente Benito Juárez confiaba plenamente en la caída de Querétaro y el triunfo de su gobierno. El 24 de abril de 1867, confiado en la pronta victoria, el presidente Juárez escribió “El sitio de Querétaro se estrecha cada día, y es cosa indudable que a fines de este mes o a principios del entrante, los sitiados se rindan o sean derrotados completamente si se resolviesen romper el sitio”.  Sin embargo, el día 27, los imperialistas obtuvieron un triunfo en el cerro del Cimatario, capturando gran cantidad de parque en la escaramuza.

Mientras transcurrían los días, el hambre y la desesperación de los sitiados aumentaron de forma desmedida, la situación empeoró con una epidemia de disentería en las tropas conservadoras debido a la pésima higiene del lugar, el propio emperador Maximiliano contrajo esa enfermedad a principios de mayo de 1867. Finalmente, el 15 de mayo los sitiadores toman las fortificaciones enemigas y capturan el Convento de la Cruz, cuartel general del imperio y refugio del emperador Maximiliano.  Aunque la noticia de la captura se difundió con gran alegría, entre las filas conservadoras corrió el rumor de que la plaza se entregó por la traición de Miguel López, coronel imperial y según algunas fuentes, compadre del emperador.

Había muchos motivos para sospechar sobre la lealtad de López, en 1847 se unió a las fuerzas norteamericanas al comandar una partida de soldados encargados de capturar a los guerrilleros que luchaban contra la ocupación norteamericana. La versión conservadora afirma que previo a la caída, López se entrevistó con Escobedo, quien le ofreció una enorme cantidad de dinero para traicionar al emperador, un 16 de mayo, la versión había sido difundida entre las tropas conservadoras, y hasta San Luis Potosí llegaron noticias de la supuesta traición de López.

Ante la duda, los documentos históricos ofrecen diversas versiones, López afirmó que nunca traicionó al emperador, y que fue a conferenciar con Escobedo por órdenes de Maximiliano para salvar su vida y la de sus generales, petición que Escobedo rechazó rotundamente. Años después Escobedo corroboró esta versión al periodista Ángel Pola. Ante la falta de una evidencia contundente, es imposible afirmar que López traicionó a Maximiliano en Querétaro. Lo cierto es que, motivado por esta conferencia, Escobedo decidió atacar a las fuerzas republicanas quienes sucumbieron ante el ataque de los liberales.

La ciudad de Querétaro, siendo más objetivos, cayó por el hambre, agotamiento, falta de higiene, desesperación y las enfermedades que asolaban a las filas liberales más que una por una traición de un solo elemento. En esta historia, quizás el único traidor sea Leonardo Márquez, quien al verse derrotado en Ciudad de México huyó para nunca más volver con sus compañeros de batalla. Posteriormente Maximiliano, Miguel Miramón y Tomás Mejía fueron fusilados en el Cerro de las Campanas a las afueras de Querétaro, mientras que el presidente Juárez entró triunfante a la Ciudad de México un 15 de julio de 1867, poniendo fin al fugaz sueño imperial conservador.

El sitio de Querétaro no sólo significó el fin de un imperio que se sostuvo con base en el miedo, la intervención y el engaño; fue también un momento de cambio, un tiempo eje en el cual se consumó una transformación republicana que se venía gestando desde 1855, un parteaguas en nuestra historia moderna que simbolizó el triunfo del proyecto liberal y la muerte del proyecto monárquico conservador. Más que una traición, el Sitio de Querétaro fue resultado de muchos esfuerzos, penurias, luchas y resistencias republicanas contra un invasor europeo.

Por Juan Manuel Pedraza, historiador por la UNAM.

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