Los diez días que sacudieron a México. A 112 años de la Decena Trágica

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Los diez días que sacudieron a México. A 112 años de la Decena Trágica

Viernes, 14 Febrero 2025 00:02 Escrito por 
Juan Manuel Pedraza Velásquez Juan Manuel Pedraza Velásquez Ecos del pasado

La madrugada del 9 de febrero de 1913, los generales Manuel Mondragón (hijo de una honorable familia de Ixtlahuaca) y Gregorio Ruiz, sublevaron un numeroso grupo de cadetes pertenecientes a la Escuela de Aspirantes de Tlalpan, así como del cuartel de Tacubaya; sus objetivos eran liberar a los generales Félix Díaz y Bernardo Reyes, posteriormente derrocar al gobierno de Francisco I Madero y restaurar el “orden y la legalidad”. Sin saberlo, los reaccionarios estaban iniciando un proceso que cambiaría el rumbo histórico de la Revolución Mexicana, así como de sus principales protagonistas.

Para el año de 1913 el gobierno del presidente Madero había soportado estoicamente diversos levantamientos armados, entre los cuales los más amenazadores fueron el de Pascual Orozco en el Norte y de Félix Díaz en Veracruz. La prensa de la época, censurada en años anteriores, no paraba de atacarlo de manera feroz mientras que el propio Madero se había ganado el rencor de la élite porfirista y se había alejado de aquellos grupos que lo habían llevado al poder. Una de las sátiras más mordaces fue hecha por el poeta José Juan Tablada a través de su obra “Madero Chantecler”. En uno de sus fragmentos se lee:

“¡Qué paladín vas a ser, / te lo digo sin inquinas; / gallo bravo quieres ser / y te falta, Chantecler, / lo que ponen las gallinas!”

Pese a los ataques denigrantes y atroces, el año de 1913 parecía que iba a ser el mejor para el gobierno maderista, sin embargo, esa calma fue interrumpida desde las mazmorras de San Fernando en Tlalpan. Una vez liberados Félix Díaz y Reyes, los sublevados se dirigieron a Palacio Nacional, defendido por el general Lauro Villar, quien no sólo rechazó el ataque, sino que hizo huir a los sublevados. En la escaramuza falleció el general Bernardo Reyes. A continuación, los sublevados se dirigieron a la Plaza de la Ciudadela en la Ciudad de México, principal depósito de armas municiones y pertrechos.

Una vez en la Ciudadela se desató el terror, el pánico y la desesperación en la capital. Desde el edificio de Balderas eran atacadas con artillerías diversos blancos civiles en la ciudad de México, esto con el objetivo de generar miedo entre la población y causar presión al gobierno de Madero. Victoriano Huerta, encargado de derrotar a los sublevados, mandó a cientos de soldados a morir en simulaciones de ataques frontales contra un edificio que resguardaba una gran cantidad de parque; ataques suicidas o descabellados dependiendo de la lógica con que se les mire. Victoriano Huerta muy pronto entró en pláticas con los rebeldes Félix Díaz y Manuel Mondragón para poner fin a la Guerra y al gobierno de Madero.

En este contexto entra otro personaje siniestro de la política estadounidense, el embajador Henry Lane Wilson. Wilson, quien fervientemente defendió desde su cargo los intereses empresariales de inversionistas norteamericanos, muy probablemente buscando obtener un beneficio económico a través de su puesto, veía al presidente Madero como alguien incapaz de gobernar, un loco que había llegado al poder por una casualidad desgraciada, asimismo Wilson no estaba a favor de muchas políticas reformistas de Madero que ponían en peligro los intereses de inversionistas y especuladores estadounidenses.

El 18 de febrero de 1913, fue firmado en la embajada de Estados Unidos el Pacto de la Ciudadela o de la Embajada, en el que el embajador Wilson acordó con Huerta el cese de hostilidades, el fin del gobierno de Madero, la presidencia provisional de Huerta y el aviso hacia diversos gobiernos extranjeros. De esta manera Wilson, contrario a las funciones ideales de todo embajador de no intervenir en política, pactó y consumó un golpe de Estado con la facción reaccionaria quien añoraba las viejas glorias porfiristas. Ese mismo 18 de febrero fueron hechos prisioneros Francisco I Madero, José María Pino Suárez y el general Felipe Ángeles. Un día después fue asesinado de una forma muy cobarde Gustavo Madero, hermano del presidente.

Lo que siguió a la renuncia de Madero fue uno de los hechos más burlescos, falaces e inverosímiles de la historia política de México. Ante la falta de un presidente y vicepresidente, Pedro Lascurain, secretario de relaciones exteriores, asumió la presidencia por mandato constitucional, en ese lapso nombró a Victoriano Huerta secretario de gobernación, posteriormente redactó un oficio donde presentó su renuncia a la presidencia, ¡una presidencia que subsistió tan sólo 45 minutos! Cabe señalar que Lascurain se prestó a esta farsa ridícula debido a que Huerta le había prometido respetar la vida del presidente y vicepresidente.

Pese a que Huerta dio su palabra de permitir que Madero y pino Suárez salgan con vida del país, los hechos muy pronto lo contradijeron. Las élites ex porfiristas y personas que participaron en el golpe pidieron terminar con la vida del presidente y vicepresidente. La terrible solución fue llevada por el mayor de rurales Francisco Cárdenas, quien condujo al presidente Madero y Pino Suárez hacia la penitencia del Lecumberri en el Distrito Federal el día de 22 de febrero de 1913. Una vez ahí, Cárdenas obligó a Madero a bajar del automóvil donde era transportado para asesinarlo de un balazo en el cuello, unos metros atrás Pino Suárez fue asesinado por Rafael Pimienta, soldado que era parte de la escolta. Como premio a sus servicios el mayor Enrique Cárdenas recibió una compensación económica de 18 mil pesos.

Sin embargo, la muerte de Madero no terminó por suscitar la tan esperada paz y orden social que tanto querían las élites porfiristas. Pese a que el cuartelazo contó con el apoyo de diputados, senadores, prensa y la Iglesia católica, muy pronto comenzaron a brotar diversos líderes y levantamientos armados en todo el país, siendo el más importante el de Venustiano Carranza, quien con el Plan de Guadalupe defendió la legalidad del gobierno y combatió la usurpación huertista. Asimismo, Pancho Villa y Emiliano Zapata protegieron la causa campesina al combatir contra el usurpador Huerta.

La Decena Trágica, un hecho lamentable y herida a la democracia, fue un proceso que buscó restaurar el orden Porfirista, lo cual no logró. Por todas partes del país surgieron brotes de insurrección por todo el país para defender la legalidad democrática que tanto trabajo le había costado al pueblo de México. La conclusión de estos lamentables días hizo que la revolución mexicana fuera prefigurando sus demandas políticas, económicas y sociales a través de diversos líderes. Pese a lo aciago del suceso, los diez días de terror en 1913 nos ayudan a reflexionar el largo camino de nuestra democracia mexicana.

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