México Racista. Una deuda histórica con los pueblos originarios

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México Racista. Una deuda histórica con los pueblos originarios

Viernes, 21 Febrero 2025 00:02 Escrito por 
Juan Manuel Pedraza Velásquez Juan Manuel Pedraza Velásquez Ecos del pasado

El 21 de febrero, la Organización de las Naciones Unidas conmemora el Día Internacional de la Lengua Materna, de acuerdo con la UNESCO, uno de sus objetivos de esta conmemoración es: “subrayar el papel de las lenguas en la promoción de la inclusión y la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible”. Lo anterior para lograr una sociedad pacífica basada en la equidad, la igualdad, la justicia social y la mejora de la educación. En nuestro país coexisten más de 68 lenguas indígenas con más de 360 variantes, cada una con una riqueza histórica y cultural propia.

Sin embargo, pese a esta riqueza lingüística, los pueblos originarios mexicanos han sido víctimas de racismo, discriminación, segregación, odio y hasta genocidio. La historia de nuestros pueblos está marcada por un triste legado de violencia y despojo, enfatizado a raíz de la época colonial, donde se les trató como ciudadanos de segunda clase. Por más que algunos historiadores y pseudo historiadores se empeñen en asegurar que las Leyes de Indias protegían a estos pueblos y su cultura, lo cierto es que en la práctica se vio todo lo contrario. Numerosos de estos abusos están debidamente documentados en los archivos históricos de los países latinoamericanos.

A raíz de la conquista, la exclusión de nuestros pueblos originarios se manifestó de una forma autoritaria, violenta y sistemática. A través del catolicismo, los colonizadores impusieron su visión del mundo, negando conocimientos y culturas ancestrales al darle la categoría de brujería o herejía. Asimismo, las enfermedades traídas por los europeos diezmaron poblaciones nativas y el sistema económico impuesto los relegó a una economía de autoconsumo, alejado de las élites blancas y criollas, una especie de Apartheid colonial.

En la Independencia de México, el movimiento iniciado por el cura Hidalgo y varios líderes encontró una serie de reclamos sociales, muchos de ellos del pueblo que fue despojado durante 300 años. La participación de los pueblos indígenas fue muy notoria, incluso hubo varios líderes que fueron brillantes estrategas como José María Mercado en Nayarit, José Antonio Torres en Guadalajara y Pedro Ascencio en el Valle de Toluca y tierra caliente. Sin embargo, en 1821 triunfó el proyecto independentista más conservador, y la participación de estos caudillos y grupos fue casi olvidada, mientras que la situación de los pueblos indígenas no mejoró en lo más mínimo.

La primera mitad del siglo XIX presenció el enfrentamiento de dos tendencias políticas: conservadores y liberales, la crisis política hizo a varios proyectos de nación inconclusos y frustrados, donde paradójicamente el liberalismo triunfó bajo el liderazgo de un indígena zapoteca: Benito Juárez. Con la consolidación de los gobiernos juaristas se continuó con la ejecución de las leyes de desamortización y se sentaron las bases del moderno capitalismo en nuestro país. Los gobiernos de Juárez y su sucesor Sebastián Lerdo de Tejada, se enfrentaron a varias rebeliones populares de pueblos originarios, dicha situación se dio con mayor fuerza y notoriedad en el Porfiriato.

Con la llegad al poder de Porfirio Díaz, México sufrió una profunda transformación económica, política e industrial, se atrajo el capital extranjero, se mejoraron las finanzas, se modernizo el ejército, la economía creció y en las grandes ciudades se sentía el desarrollo tecnológico. Sin embargo, el orden y progreso que tanto pregonaba el régimen se obtuvo en detrimento de las clases populares, sobre todo los pueblos indígenas. Obviamente hubo protestas y auténticas rebeliones indígenas que tristemente terminaron en violentos genocidios, tal es el caso de los yaquis de Sonora y mayas de Yucatán.

La Revolución Mexicana volvió a reclamar varias demandas sociales campesinas de pueblos originarios, mismas que se fundamentaron a través de un reparto agrario que se hizo a lo largo del siglo XX. Los gobiernos posrevolucionarios fomentaron un nacionalismo a través de la cultura, donde el mestizaje fue el discurso central y el pasado prehispánico se abrazó como una época gloriosa que se contraponía al obscurantismo de dominio colonial español. Incluso se creó el Instituto Nacional Indigenista en 1948 para mejorar las condiciones sociales y educativas de los numerosos grupos indígenas mexicanos; no obstante, en el siglo XX se popularizaron expresiones racistas, el abandono se convirtió en algo cotidiano y la exclusión se hizo cada vez más presente.

Con la llegada del modelo económico neoliberal, la situación se volvió más perjudicial para los pueblos indígenas, siendo el punto de inflexión el levantamiento zapatista en Chiapas el 1 de enero de 1994, justo el día en que El Tratado de Libre Comercio entraba en vigor. El levantamiento armado del subcomandante Marcos evidenció siglos de abandono, de miseria, de injusticia social, a su vez advirtió que el sistema económico significaba el empobrecimiento de las comunidades indígenas. A través de la Primera Declaración de la Selva Lacandona, los zapatistas reflexionaron sobre una serie de infamias entre las cuales se lee:

“Somos producto de 500 años de luchas (…) se nos ha negado la preparación más elemental para así poder utilizarnos como carne de cañón y saquear las riquezas de nuestra patria sin importarles que estemos muriendo de hambre y enfermedades curables, sin importarles que no tengamos nada, absolutamente nada, ni un techo digno, ni tierra, ni trabajo, ni salud, ni alimentación, ni educación, sin tener derecho a elegir libre y democráticamente a nuestras autoridades, sin independencia de los extranjeros, sin paz ni justicia para nosotros y nuestros hijos”.

A pesar de lo anterior, la situación distó mucho de cambiar, incluso en el gobierno de Ernesto Zedillo se perpetraron hechos de violencia lamentables como las masacres de Acteal y Aguas Blancas en las cuales comunidades indígenas fueron brutalmente asesinadas por grupos paramilitares al servicio de las instituciones que en teoría debían protegerlos. En los gobiernos más recientes, incluido el actual de MORENA, se ha propuesto a través del discurso una inclusión de los pueblos originarios y sus lenguas, sin embargo, en la práctica es difícil borrar de un plumazo más de 500 años de racismo y exclusión, en la que el color de piel definió las oportunidades laborales, sociales económicas y hasta educativas.

Actualmente, en 2025 los planes y programas de estudios de Educación Básica proponen a través de los contenidos y aprendizajes, una inclusión de los pueblos originarios, sus costumbres, una valoración de sus lenguas y tradiciones y una profunda reflexión sobre su importancia histórica. Sin embargo, mientras no haya una verdadera concientización del magisterio y de la sociedad en su conjunto, este objetivo se aleja cada vez más de las realidades mexicanas. Nuestro país tiene una deuda histórica con nuestros pueblos originarios, pero antes de eso se debe concientizar a la sociedad para extirpar el clasismo, la discriminación y el racismo. 

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